NO A LAS DICTADURAS...
En un post anterior, afirmé rotundamente que me repugnaban, a nivel político, todo tipo de dictaduras, fueran del color que fueran: rojas, azules, amarillas o verdes. La supresión de las libertades individuales y del pluralismo ideológico, la eliminación de la separación de poderes y el acaparamiento de todos los resortes del Estado por parte del gobierno de turno son taras, fallas, que cercenan gran parte de las capacidades de una persona para desarrollar una vida autónoma y efectiva de progreso.
PERO SÍ AL BIENESTAR ECONÓMICO DE LOS CIUDADANOS
Sin embargo, para ser sinceros, y teniendo como uno de los ejes fundamentales de este blog el concepto de "Razón", he de admitir que, a nivel económico al menos, no todos los regímenes personalistas son iguales, y que algunos han aportado elementos positivos a sus ciudadanos en esta materia. Podría dar algunos ejemplos que están en la cabeza de cualquiera (no muchos, por cierto), pero me centraré en el que considero el más extraordinario de ellos, el ejecutado por los sucesivos gobiernos de la República Popular China (RPCh) desde hace cuarenta y siete años.
CHINA, EN MANOS DE UN GENOCIDA (1949-1976)
La actual RPCh se fundó en 1949, después de la victoria del Partido Comunista Chino (PCCh) frente al Kuomintang o Partido Nacionalista Chino durante la Guerra Civil china, desarrollada en dos fases: 1927-1936 y 1945-1949. A raíz de esta, los comunistas controlaron completamente la China continental, mientras que los nacionalistas tuvieron que refugiarse en la isla de Taiwán, territorio que desde 1971 no es aceptado por la ONU, que tan solo reconoce a la RPCh.
La desgracia, la mala suerte o, simplemente, el destino, quiso que desde el 1 de octubre de 1949 hasta el 9 de septiembre de 1976, la nueva RPCh cayera en manos de Mao Zedong, el más grande genocida de la historia (por encima de Josef Stalin y Adolf Hitler). Este siniestro personaje (al que, incomprensiblemente, muchos siguen aún reivindicando, incluso aquí, en España) hizo de la China continental un laboratorio particular para desarrollar su ideología marxista-leninista, pero con matices propios fundamentados en las características de la sociedad china. Dos de sus grandes proyectos le catapultaron definitivamente hacia la cima... del horror. El primero, el denominado Gran Salto Adelante (1958-1962), que trataba de transformar la economía agraria del país, pero que provocó finalmente la Gran Hambruna china, a consecuencia de la cual murieron unos cuarenta y cinco millones de personas. Y el segundo, la llamada Revolución Cultural (1966-1976), que consistió en una campaña del infausto Gran Timonel (nombre con el que se conocía a Mao) contra los partidarios del "capitalismo", que incluyó humillaciones públicas, encarcelamientos arbitrarios, torturas, trabajos forzados y ejecuciones, y que supuso la muerte de unos veinte millones de seres humanos. En total, unos sesenta y cinco millones de personas (cerca del 10 % de la población) perecieron gracias a las políticas marxistas-leninistas-maoístas.
Después de veintisiete años de ingeniería social y económica disparatada, de represión inmisericorde y de culto a su persona, Mao Zedong llegó al último día de su vida dejando a China convertida en un solar pobre y atrasado. El enésimo experimento por crear un paraíso en la tierra de corte comunista había fracasado estrepitosamente una vez más.
LA HORA DE LOS REFORMISTAS (1978- )
Ante este desastre descomunal, las nuevas autoridades chinas, encabezadas por Deng Xiaoping, el nuevo hombre fuerte tras la muerte de Mao, aprobaron, en una reunión del Comité Central del PCCh celebrada el 18 de diciembre de 1978, un ambicioso programa de reformas económicas. El proceso reformista cambió radicalmente el rumbo del país, y abrió las puertas a lo que el Real Instituto Elcano denomina "la mayor revolución económica en la historia de la humanidad", ya que nunca antes un colectivo humano tan grande ha experimentado una transformación económica tan intensa en un período de tiempo tan corto.
La clave de este sí Gran Salto Adelante ha sido dejar de lado la política, la supuesta lucha de clases y la ideología en favor del crecimiento económico, la modernización y la mejora de las condiciones de vida de la población. Las dos grandes estrategias de la reforma (la liberalización del sistema económico y la apertura al exterior, todo realizado de forma gradual) han permitido en estas últimas cuatro décadas y media que la economía china haya crecido a tasas vertiginosas, convirtiéndose en la segunda potencia económica del mundo; un aumento del nivel de vida espectacular (se calcula que unos setecientos millones de personas han podido salir de la pobreza); e, incluso, una mejora en el nivel de libertades personales, aun cuando el PCCh ha seguido ostentando el poder de forma monolítica.
¿QUÉ TENDRÁ QUE VER CHINA CON COREA DEL NORTE?
A pesar de esta cascada de datos fríos y objetivos, gran parte de los medios de comunicación y de la sociedad española continúan "mezclando churras y merinas", intentando comparar este auténtico milagro desarrollado en el sudeste asiático con otros regímenes en el mundo. Así, muchos analistas y ciudadanos conservadores afirman que China no es más que una pieza en el tablero de países que, como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Siria o Corea del Norte, son gobernados por sátrapas sin alma con mano de hierro. En esta discusión, por supuesto, cada uno puede decir lo que le dé la gana, pero lo cierto es que en los últimos datos publicados sobre el Producto Interior Bruto (PIB) a nivel mundial, que suele ser el elemento de referencia para determinar la riqueza y el bienestar de un país, China se encuentra en el puesto 2, solo por detrás de Estados Unidos; Cuba, en el 32; Venezuela, en el 71; Siria, en el 114; Nicaragua, en el 129; y de Corea del Norte nada sabemos porque el régimen personalista que allí gobierna es tan opaco que ni siquiera ofrece cifras económica al resto del mundo.
Insisto en que, a nivel político, el régimen chino me repugna. La matanza de la plaza de Tiananmén el 4 de junio de 1989 o el primer puesto que la RPCh ocupa en el mundo en cuanto a número de condenas a pena de muerte nos recuerdan constantemente la parte oscura y siniestra del gobierno de la segunda nación más poblada de la Tierra. Sin embargo, en la vida no suele haber blancos y negros absolutos, sino toda una gama de grises intermedios.
A FAVOR DE LAS REFORMAS, NO DE LAS IDEOLOGÍAS
En este sentido, después del "terremoto" Mao, y sin renunciar al monopolio del poder, los subsiguientes líderes del régimen chino dejaron en un segundo plano la ideología, y se centraron en el verdadero y único objetivo que debería guiar la acción de cualquier gobierno: la prosperidad y el bienestar de sus ciudadanos. Desde este punto de vista, Deng Xiaoping (1978-1989), Jian Zemin (1989-2002), Hu Hintao (2002-2012) y Xi Jinping (2012 hasta el presente) han cumplido perfectamente con esta tarea. Comparar a estos gobernantes con Fidel Castro (en su día, el séptimo mandatario más rico de la tierra), Nicolás Maduro, Bashar al Assad, Daniel Ortega o Kim Jong-un es, desde mi punto de vista, un ejercicio disparatado y fuera de lugar.
En la actualidad, de los 193 países integrados en la ONU, más de 50 (un poco más de la cuarta parte) viven bajo regímenes dictatoriales. De estos, la inmensa mayoría chapotean en la pobreza y la miseria. Y dentro de la minoría restante, solo uno ha comprendido, desde 1978, que el centro de la acción gubernamental ha de ser la persona y no las entelequias ideológicas. Eso mismo entendieron otros políticos comunistas, como los soviéticos Nikita Kruschev y, sobre todo, Mijaíl Gorbachov. Y hay que reconocer que, en todos estos casos, sus vidas y sus políticas hicieron en su día de sus respectivos países hogares mejores y más prósperos que los existentes antes de ellos. Por ello, y volviendo al título de la entrada de hoy, por favor, la próxima que vez que hablen de China, no me la comparen con Cuba ni con Venezuela.