martes, 22 de abril de 2025

EL FATAL ERROR DE HITLER, QUE LE COSTÓ LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

A OCHENTA AÑOS DEL APOCALIPSIS

Ahora que se acerca raudo y veloz el ochenta aniversario del suicidio de Adolf Hitler en su bunker de Berlín (30 de abril) y de la rendición de la Alemania nazi ante las potencias occidentales (7 de mayo) y ante la URSS (8 de mayo), que puso punto y final en Europa a la mayor matanza de la historia, quiero hacer un pequeño comentario sobre el episodio que, a mi juicio, supuso el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial en el Continente.

AZAZEL RESIDIÓ CINCUENTA Y SEIS AÑOS EN LA TIERRA

Al margen de la historia de la Edad Moderna (especialmente, desde finales del siglo XV hasta comienzos del XVIII), tres personajes públicos me han interesado sobremanera a lo largo de toda mi vida, a los que he dedicado cientos de horas de lectura de libros, artículos de revistas y de periódicos, así como decenas y decenas de horas de visionado de documentales: la vida de Jesucristo, el asesinato de John Fitzgerald Kennedy y el transcurrir vital en este planeta de uno de los tres asesinos más letales de toda la historia, una auténtica personificación del mal: Adolf Hitler.

Sus humildes y monótonos orígenes; su participación anodina en la segunda carnicería más grande de la humanidad; la fundación, junto a Karl Harrer, Anton Drexler y Dietrich Eckart del NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) en 1920; su participación en el Putsch de la Cervecería en Múnich en 1923; su posterior encarcelamiento durante solo nueves meses por este intento de golpe de Estado (1925); la publicación del Mein Kamph, escrito durante su presidio, y que anticipaba su cruel y enloquecido ideario político; su irresistible ascenso en las Elecciones federales de Alemania entre 1928 y 1932; su estrambótica llegada a la Cancillería del Reich germano el 30 de enero de 1933, provocada por la irresponsabilidad y el juego de aprendices de brujo de la clase derechista alemana.

La rápida creación de una dictadura unipersonal; la veloz destrucción de todas las sanciones e indemnizaciones a las que Alemania (sin duda, de manera injusta por la estratosférica cifra de las mismas) fue sometida en el Tratado de Versalles, tras perder la Primera Guerra Mundial; su voraz expansionismo desde 1936 a 1939, que le llevó a anexionarse la zona desmilitarizada de Renania, Austria y Checoslovaquia, sin disparar un solo tiro, y solo a base de amenazas, política de hechos consumados y pusilanimidad de las potencias occidentales, especialmente de Francia y Reino Unido.

Su invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, que derivó en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial; el asesinato de seis millones de judíos y miles de rusos, polacos, gitanos y personas de otras nacionalidades en los campos de exterminio, de los que destacó con luz propia el de Auschwitz; y, finalmente, el apocalipsis que supuso la contienda, con el inicial y fulgurante triunfo nazi y el apoteósico final, digno de El ocaso de los dioses, de Richard Wagner, con el suicidio del sátrapa, mientras las tropas soviéticas hacían ondear la bandera roja de la URSS en la azotea del Reichstag.

Adolf Hitler en  Bückeburg, 1934 (Heinrich Hoffmann, Museo Imperial de la Guerra)

TUVO EL TRIUNFO EN LA MANO

Todo ello, todo, ha formado parte de mis preferencias lectoras y audiovisuales de los últimos cuarenta y cinco años. Y es que la subida imparable de esta encarnación suprema de la infamia desde el ostracismo más absoluto hasta la cúspide del poder de la nación más desarrollada de Europa en aquel momento, y todo por medios legales, se convirtió para mí en un polo de atracción irresistible. Y no solo eso, sino que este Satán del siglo XX pudo, y debió ganar la contienda mundial que él mismo empezó, con las consecuencias que ello hubiera tenido para el devenir de la historia.

Si un marciano hubiera llegado a la Tierra el sábado 21 de junio de 1941, se hubiese informado sobre el desarrollo de la conflagración que se hallaba en curso y alguien le hubiera preguntado un pronóstico sobre el posible vencedor de la misma, es evidente que el hombrecillo verde hubiese apostado al 100 % por Alemania. Y es que ese sábado finisecular, el Führer dominaba, directamente o a través de sus aliados, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Italia, Austria, Checoslovaquia, Hungría, Croacia, Serbia, Grecia, Bulgaria, Rumanía, Albania, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Dinamarca, Noruega y Finlandia. Es decir, dentro de Europa, solo eran estados supuestamente neutrales Portugal, España, Irlanda, Suiza y Suecia. La marea nazi se hallaba en su clímax, y tan solo Reino Unido, dirigido por el admirable Winston Churchill, hacía frente como podía, al otro lado del Canal de la Mancha, a la fortaleza continental de Adolf Hitler.

AMISTADES PELIGROSAS (BELCEBÚ Y ASMODEO)

Por si fuera poco, el 23 de agosto de 1939, es decir, nueve días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el dictador alemán e Iósif Stalin (otro de los mayores carniceros de la historia) habían firmado el Tratado de no Agresión entre Alemania y la URSS, que no solo contemplaba el explícito enunciado, sino que contenía un Protocolo adicional secreto, mediante el que las dos potencias se repartían la Europa oriental, extremo que con el transcurrir del tiempo se concretaría en el dominio soviético sobre Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia, parte de Polonia y parte de Rumanía. Durante los siguientes meses, los partidos comunistas europeos justificaron el pacto y siguieron las órdenes de Stalin de cesar la propaganda contra el fascismo y atacar a las democracias occidentales enemigas de la Alemania nazi. Después de 1945, naturalmente, los partidos comunistas fueron, por supuesto, muy antifascistas.

Si ese sábado 21 de junio de 1941, el demonio austríaco (había nacido en la localidad de Braunau am Inn el 20 de abril de 1889) se hubiera conformado con sus amplísimas conquistas, y no hubiera aspirado a continuar su insaciable expansionismo, difícil, por no decir imposible, hubieran las potencias occidentales haber ganado la guerra, por la sencilla razón de que solo Reino Unido resistía, ya que Estados Unidos, a pesar del apoyo económico y armamentístico que estaba suministrando a aquel, se hallaba recluido aún en su cómodo aislacionismo, y no sería hasta el ataque japonés a la base hawaiana de Pearl Harbour el 7 de diciembre de ese mismo año, cuando se decidiera a entrar definitivamente en el conflicto.

LA RANA Y EL ESCORPIÓN

¿Qué hizo que Hitler rompiera su amistad con Stalin y decidiera invadir la URSS el domingo 22 de junio de 1941? Pues para evitar exponer intrincadas teorías, podríamos resumirlo en su visceral odio al comunismo y en la moraleja que se puede extraer de la fábula, generalmente atribuida a Esopo, de la rana y el escorpión: porque era su naturaleza (la de Hitler), una naturaleza maligna, que no reparaba en límites de ningún tipo, y cuyos deseos de espacio vital (Lebensraum) para el Reich eran insaciables.

TUVO A NAPOLEÓN DE REFERENCIA, Y NO APRENDIÓ LA LECCIÓN

En todo caso, la Operación Barbarroja, como se llamó el plan de invasión de la URSS de 1941, ideada en una conferencia secreta el 31 de julio del año anterior, se inició ese domingo de finales de junio, y aunque durante las primeras semanas los avances del ejército alemán fueron muy rápidos, la resistencia soviética, los problemas logísticos de los invasores y la llegada del general Invierno hicieron parar la ofensiva nazi, ya casi a las puertas de Moscú, a principios de diciembre. 

A pesar de ello, a comienzos del verano siguiente, Hitler retomó la ofensiva contra la URSS (esta vez, denominada Operación Azul), lanzando un ataque a gran escala hacia la ciudad de Stalingrado y hacia los yacimientos petrolíferos del Cáucaso. En septiembre, las fuerzas germanas habían llegado a las afueras de Stalingrado y a 192 kilómetros de las costas del mar Caspio. Ese fue el momento de la pleamar del poder nazi en Europa.

Cuando todo parecía perdido en Stalingrado, y los alemanes ya controlaban el 90 % de la población, un contraataque soviético llevado a cabo a mitad de noviembre cambió el curso de la batalla, comenzó a arrinconar a los alemanes y provocó, finalmente, su rendición el 2 de febrero de 1943. Esta derrota, sumada a la, esta sí decisiva, batalla de Kursk, en julio y agosto de ese mismo año, significó el principio del fin del nazismo en Europa, pues su ejército no solo no obtendría más victorias en el Frente oriental, sino que, desde ese momento, se batiría en continua retirada, hasta la caída de Berlín y la rendición final. 

Emulando a otro déspota despreciable, como fue Napoleón Bonaparte (quien inició su ataque a Rusia casi el mismo día que Hitler, pero de 1812, y que también cavó su propia tumba en las planicies rusas), Adolf Hitler invadió la URSS en junio del 41, cuando tenía conquistada toda Europa, a excepción de unos pocos países neutrales. Su tratado de no agresión con Stalin le aseguraba, además, la tranquilidad en las fronteras limítrofes con la URSS de sus conquistas más orientales. Estados Unidos aún no había entrado en el conflicto, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de su población veía con malos ojos inmiscuirse en él. Solo Reino Unido, con el mítico Churchill al mando, resistía las embestidas periódicas de la aviación alemana.

Las tropas soviéticas izan la bandera de la URSS en la azotea del Reichstag, 30 de abril de 1945 (Yevgeny Khaldei)

UN ERROR ESTRATÉGICO FATAL

Ese mes de junio de 1941 podía haber acabado la guerra en Europa si Hitler se hubiera conformado con sus amplias ganancias territoriales después de veintiún meses de conflicto. Sin embargo, en un triple salto mortal hacia atrás con venda incluida, intentó el "no va más", es decir, conquistar la vasta (en extensión y en habitantes) Unión Soviética. Pensó que en unas pocas semanas sus 3.800.000 soldados llegarían a Moscú, tomarían el poder y se harían con un territorio que se extendía desde los montes Urales hasta el océano Pacífico. Se equivocó fatalmente, por suerte para la humanidad, y comenzó a perder una guerra que tenía ganada. 

Porque desde el mismo momento de la invasión, la URSS se unió a las fuerzas aliadas, y tras resistir el asedio nazi durante año y medio, pasó a la ofensiva en febrero de 1943. Después de dieciséis meses de acometida casi en solitario (hasta el 17 de agosto de ese año, los aliados no entraron en el Continente a través de Sicilia), los soviéticos encontraron en el Desembarco de Normandía el anhelado Segundo Frente contra Hitler (6 de junio del 44), y entonces, rusos, norteamericanos e ingleses fueron arrinconando como una enorme tenaza a los alemanes, hasta la rendición final de estos, de la que en unos días se cumplirán ochenta años. Siete días antes de ese desenlace, el causante de la mayor matanza colectiva de toda la historia (setenta millones de muertos, de los que solo el valeroso pueblo ruso pagó el precio de veintisiete millones) se pegó un tiro en la cabeza. Pero, ¿qué hubiera pasado en la historia de Europa si ese mismo émulo de Lucifer no hubiera puesto en marcha la Operación Barbarroja? Da miedo pensarlo.











miércoles, 9 de abril de 2025

A VUELTAS CON LA PROSTITUCIÓN

UNA POLÉMICA MÁS VIEJA QUE MI DIFUNTA ABUELA

A raíz de algunas investigaciones judiciales y periodísticas desarrolladas en los últimos meses, que han acabado destapando determinados comportamientos rayanos en el delito por parte de ciertos prohombres de la vida pública española, ha emergido con fuerza, desde las profundidades del océano de la memoria, el sempiterno, añejo y matusalénico debate sobre la profesión más antigua del mundo, cuyas primeras manifestaciones fueron recogidas en unos registros sumerios, datados en el año 2400 a. C.

LAS CIFRAS

Antes de nada, los datos fríos. Según un estudio realizado por Reyes Vila Pariente, magistrada de lo Contencioso-Administrativo de Sevilla y elegida en el mes de noviembre pasado decana de los jueces de la capital hispalense, unas 400.000 personas se dedican en la actualidad a la prostitución en España, de las que la inmensa mayoría son mujeres, y de estas, el 85 %, extranjeras. La actividad mueve solo en nuestro país un volumen de dieciocho millones de euros anuales, siendo el primer consumidor de prostitución de Europa, y en donde hasta un 40 % de hombres reconoce haber pagado alguna vez por sexo.

www.rtve.es (16-6-21)

LAS PALABRAS SON IMPORTANTES

Al abordar ya la polvareda mediática que nos ha puesto nuevamente frente al espejo esta realidad en nuestro suelo patrio, me gustaría empezar aludiendo a la terminología empleada por ciertos políticos y periodistas al referirse a las profesionales del sexo. Es obvio que el español es un idioma muy rico en sinónimos, y que cada uno, faltaría más, puede decir lo que le venga en gana, siempre que no traspase la delgada línea que separa un calificativo de un insulto. Pero es que en estos meses infaustos de sobreinformación judicial, al margen del término "señoritas", empleado por uno de los investigados, los telespectadores, oyentes y lectores españoles hemos escuchado por parte de altos políticos y excelsos comunicadores epítetos tales como "guarrillas", "fulanas", "golfas", "furcias", "zorras", "pelanduscas" o, simplemente, "putas". 

Sí, sí, ya sé que todos estos títulos son recogidos por los principales diccionarios de sinónimos para referirse a las profesionales del sexo. Pero es que yo pongo el acento en que los grandes próceres de la vida pública y comunicativa en España que utilizan estos términos no lo hacen por diversificar el vocabulario, sino por el mero hecho de insultar y denigrar. ¿Qué suena más pegadizo, más contundente?: ¿Puta o prostituta? ¿Fulana o prostituta? ¿Guarrilla o prostituta? ¿Pelandusca o prostituta? La realidad es que, casi siempre, se ha impuesto la primera acepción, pues al político o al periodista de turno esta le conviene más para machacar a su contrario ideológico, al cargar las tintas sobre la supuesta actividad ilícita con la que este ha estado relacionado. Pocas veces he visto, oído o leído el término "prostituta", que, desde mi punto de vista, es el más adecuado para que políticos y periodistas, que debieran buscar la ponderación en sus declaraciones públicas, aludiesen a las profesionales del sexo. Incluso, hace poco, una señalada dirigente de un partido político se refirió, en una red social, como "putero" a un contrincante ideológico, para afearle claramente su comportamiento en estas lides, enganchada verbal que, por cierto, acabó como el rosario de la aurora. Todo muy sórdido y lamentable.

HIPOCRESÍA 3.0

En segundo lugar, debo de acometer, necesariamente, el sexagésimo capítulo de neotartufismo en la España de hoy. Y es que, aunque todos sabemos que el hombre es una animal racional con ciertas dosis de contradicción, en la vida, y más cuando el conjunto de la ciudadanía te paga un sueldo, el político de turno debe contar con un mínimo de coherencia a la hora de desarrollar su labor. No parece muy de recibo que algunos personajes públicos, cuya plataforma ideológica aboga por la abolición de la prostitución en España, sean precisamente los primeros en utilizar los servicios de prostitutas, aprovechando viajes a Madrid o alquilando apartamentos en la capital del reino. Al margen de determinadas conductas delictivas asociadas a estas prácticas, no podemos admitir a la ligera que alguien, con poder y sueldo púbico, legisle de una manera y obre en privado de otra. Muy mal, señores.

PROSTITUCIÓN VOLUNTARIA VERSUS PROSTITUCIÓN OBLIGADA

Después de estos primeros escarceos con cuestiones terminológicas y neotartufistas, querría entrar ya en la parte nuclear de la polémica sobre la profesión más antigua del mundo, que no es otra que la forma en la que podemos acometer aquella. Lo primero que debo decir es que aquí me refiero, solo y exclusivamente, a la prostitución voluntaria, es decir, a la que una persona, en uso de su libertad individual, se dedica como profesión. Aquí no incluyo, por supuesto, a la trata de personas, a las mafias y a aquellas organizaciones criminales que se dedican a captar y mercadear con seres humanos, como si fuesen esclavos del siglo XXI. Con esta redes delincuenciales no hay más forma de actuar por parte de los Estados que con la policía y el código penal.

"LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES..."

¿Cuáles son las cifras al respecto en nuestro país? Después de consultar un montón de información, los datos más fiables nos dan el resultado de que, aproximadamente, un 80 % de las prostitutas son obligadas a realizar su trabajo, mientras que el 20 % restante lo hace de forma voluntaria. Y aquí, en este extremo, es cuando comienza la batalla ideológica. En ella, los señores wokes y los señores ultramontanos alzan la voz gritando, desaforadamente, que el tema está clarísimo, ya que si un porcentaje tan alto de personas son obligadas a realizar prácticas sexuales, la única respuesta del Estado debe ser la prohibición total. Es decir, que siguiendo las cifras antes aportadas por la magistrada sevillana, unas 80.000 personas se verían condenadas a dejar de realizar una actividad que ellas eligieron libremente. ¿Que hago zapping con el mando, y aparece un canal de televisión que no me gusta? Pues en vez de pasar al siguiente, lo ordeno cerrar. Sensacional.

Y aquí, en la libertad individual, está el quid de la cuestión. Porque yo me pregunto: ¿quién coño es el Estado o el Gobierno de turno para decirme a mí, ciudadano anónimo y autónomo en mis decisiones, que no puedo dedicarme a vender mi cuerpo a quien me dé la real gana y en la forma en que me dé la real gana? Entiendo que esta aseveración tan sencilla, esta suma de 2+2=4, no puede ser concebida por los señores wokes y los señores ultramontanos, que nunca entendieron ni nunca entenderán nada de estos asuntos. A ellos les va más el Gulag siberiano y la Inquisición de la Edad Moderna, pero hay algunos, hace mucho, que superamos las viejas ideologías totalizantes, y deseamos vivir acorde a la mentalidad y los valores de 2025.

BARRIOS ROJOS

A principios de julio de 2001, y en el marco de una excursión a Holanda (actual Países Bajos) y Bélgica, fui a Amsterdam. Durante una visita en autocar a la ciudad, el guía del viaje nos habló, entre otros temas, del barrio rojo, un sector céntrico de la villa, donde se desarrolla, a ojos de todo el mundo, la prostitución. Recuerdo perfectamente, como si fuera ayer, la opinión del guía acerca de esta cuestión: <<Tal y como se encuentran aquí, dentro de locales o de casas, pasando revisiones sanitarias periódicas y pagando impuestos, las prostitutas no tienen que pasar frío "haciendo la calle", están atendidas en cuanto a su salud y cotizan para una pensión en el futuro>>

Después de la visita guiada de por la mañana, recorrí, ya por la noche, el centro de la capital holandesa, y estuve andando por el barrio rojo aproximadamente durante una hora. La sensación general fue de tranquilidad, como la de patear los aledaños de la Puerta del Sol. No vi en ningún caso sordidez, delincuencia, alboroto o estridencias de ningún tipo. Ante los viandantes aparecían, nítidas e insinuantes, las prostitutas en sus locales, pero una impresión de normalidad lo envolvía todo. Es cierto, a fuerza de ser sincero, que el propio guía, por la mañana, nos indicó que no todos los barrios rojos de Holanda se hallaban tan bien acondicionados como el de la capital. Pero la regulación jurídica era exactamente igual en todo el territorio tulipán, así como en Alemania.

Comprendo que a los mojigatos de una y otra parte del espectro político español les incomode una situación como la de Holanda y Alemania, aunque no creo que, en cuestiones de calidad democrática, les podamos dar lecciones a estos países, dos de los fundadores de la Unión Europea.

Barrio rojo de Amsterdam (www.laguiadeamsterdam.com)

¿QUÉ FUE DE AQUEL FEMINISMO CLÁSICO?

Hace más de cuarenta años, a principios de la década de los ochenta, el entonces incipiente movimiento feminista postfranquista, apoyado diáfanamente por grupos políticos y sociales progresistas, llevaba entre sus reivindicaciones prioritarias la regulación de la prostitución en la forma que ahora la llevan a cabo Holanda y Alemania. Es decir, que la prostitución sea una actividad legal (en la actualidad, en España, no está penada, pero se halla en una situación alegal), que obliga a quien la ejerce a tener contratada una seguridad social privada, a pagar tributos al Estado, a hacer declaración de Hacienda y a pasar revisiones médicas periódicas.

¿HAY ALGUIEN AHÍ FUERA? (¿QUIÉN SE ATREVERÁ A SEGUIR LA ESTELA DE KOK Y SCHRÖDER?)

¿Qué queda de aquellas demandas, de aquellas propuestas tan lógicas y tan razonables? El recuerdo. Hoy todo son ideas abolicionistas, prohibicionistas, neoinquisitoriales. Todo lo que se salga de la norma impuesta por la ideología dominante es considerado herético y pecaminoso. Los señores wokes y ultramontanos dicen preocuparse por las necesidades sociales, por los problemas del ciudadano. Mienten. Los dos colectivos, polos opuestos de un mismo imán, atienden solo a sus propios principios ideológicos, a sus maltrechas ideologías. Y mientras, 80.000 personas en España continúan en el limbo jurídico, social y personal. ¿Cuándo llegará a la presidencia del Gobierno un Willem Kok o un Gerhard Schröder, líderes que fueron capaces de legalizar y reglamentar la prostitución en Holanda, en 2000, y en Alemania, en 2002, respectivamente? Al paso que vamos, no sé yo si lo verán nuestros ojos.















WATERLOO, EL OCASO DEL HOMBRE QUE ARRUINÓ ESPAÑA

EL EMBRUJO DE NAPOLEÓN Sí, he de reconocerlo. Yo también, durante años, sufrí el influjo de la alargada sombra de Napoleón Bonaparte (1769-...