martes, 3 de junio de 2025

¿EXISTE LA SUERTE? PREGUNTEN EN GITEGA

 "Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte; asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control" (Match Point, Introducción, Woody Allen, 2005).

LA SUERTE CON MAYÚSCULAS

Cuando hablo de la suerte con mayúsculas, no me refiero a que una persona acierte la Bonoloto; a que un equipo de fútbol gane la Final de la Liga de Campeones con un gol en el último suspiro del partido; o a que alguien quede, en una oposición a la Administración Pública, en el número 100 cuando se ofertaban 100 plazas. No. Cuando yo utilizo el término "Suerte" aludo a las dos situaciones que, desde mi punto de vista, condicionan definitivamente a una persona durante su tránsito por la vida material: el lugar de nacimiento y las grandes enfermedades. Hoy solo me ocuparé de la primera de ellas.

HITOS DEL PRIMER MUNDO

El extraordinario progreso científico y tecnológico que el mundo occidental (en el que incluyo, por supuesto, a España) ha logrado durante los últimos ochenta años nos ha hecho perder, a los afortunados que vivimos en esos países, algunas perspectivas esenciales. Acontecimientos como el descubrimiento de la estructura de la doble hélice de ADN (1953); el primer descenso de un ser humano al abismo Challenger, sito en la fosa de las Marianas (1960); la llegada del hombre a la Luna (1969); la aparición del teléfono móvil (1973); la creación de Internet (1983); o la salida del Sistema Solar por parte de la sonda espacial Voyager 1 (2012), han hecho pensar a una parte significativa de la población occidental que todo, absolutamente todo en la vida, depende de nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia y nuestra capacidad organizativa.

CASUALIDAD Y CAUSALIDAD

En este sentido, las palabras "azar", "suerte", "fortuna", "casualidad", "tyche" o "baraka" han sido progresiva, pero implacablemente, arrinconadas en el desván de la historia. Cuando la superestructura formada por los medios de comunicación, la educación y la cultura ha ido imponiendo durante décadas que todas las facetas de nuestra vida se hayan tan solo subordinadas a nuestras decisiones personales llega un momento en el que uno piensa que aquí no existe la casualidad, sino tan solo la causalidad. Vamos, que todo acontecer humano depende de nosotros mismos, que somos dueños absolutos de nuestra existencia, y que marcamos indefectiblemente nuestro futuro.

Calles de Gitega (www.adonde-y-cuando.es)

DEL EMPÍREO AL INFIERNO

Es muy fácil asumir estos postulados, estar de acuerdo con estas afirmaciones, cuando habitamos un país que se encuentra situado en el puesto número 15 en el ranking mundial del Producto Interior Bruto (PIB) nominal; en el 35 en el ranking  del PIB per cápita; en el 28 en el ranking del Índice de Desarrollo Humano (IDH), que tiene en cuenta la salud, la educación, los ingresos y las condiciones de vida de un país para ofrecer una medida del desarrollo humano; que supera el 98 % de tasa de alfabetización; o que tiene una esperanza de vida de 83,77 años.

¿Pero qué pensaríamos si hubiésemos nacido en Gitega? Esta ciudad, de 27 kilómetros cuadrados y 132.367 habitantes, es la capital de Burundi, país que la mayor parte de los estudios consultados consideran el más pobre de la Tierra. Todos los datos de esta nación centroafricana son aterradores: está situada en el puesto 164 en la clasificación del PIB mundial nominal (de un total de 192 países); en el 182 en la clasificación del PIB mundial per cápita (de 182); en el puesto 187 del IDH (de un total de 193); posee una tasa de alfabetización de 69,44 %; y una esperanza de vida de 63,8 años (no llega ni a la edad de nuestra jubilación).

Si hubiéramos venido a la vida en Gitega, donde casi todas las calles están sin asfaltar, y cuya área metropolitana en concreto se halla a la cola de todo el planeta en datos socioeconómicos, ¿qué idearíamos sobre nuestro futuro personal? ¿qué imaginaríamos del control sobre nuestra vida? ¿qué cavilaríamos sobre que solo nuestras decisiones personales marcan el rumbo de nuestra existencia? ¿qué creeríamos sobre la casualidad, el azar o la fortuna? ¿nos preguntaríamos todos los días de nuestra vida por qué he tenido que nacer aquí o qué he hecho yo para merecer esto?

AL ESTE DEL EDÉN

En el libro del Génesis, que abre la Biblia, se narra que después de desobedecer a Dios al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva fueron expulsados del huerto del edén hacia el este, instalándose en esa salida varios querubines y una espada encendida que giraba en todas las direcciones para guardar el camino de entrada al paraíso. Desde entonces, vivir al este del edén es sinónimo de habitar un mundo caído, derrumbado, ruinoso.

No voy a disertar aquí sobre las causas (variadas y complejas) que han conducido a que Burundi, al igual que otras naciones centroafricanas (República Centroafricana, Sudán del Sur, Somalia, Mozambique o República Democrática del Congo) han llegado a ser arrojadas al este del edén de la historia, pero la realidad es que habitan ese triste y lóbrego lugar.

Adán y Eva, expulsado del paraíso (www.alamy.com)

Un día, cuando yo era pequeño, mi padre me lo comentó dentro de una conversación más larga, pero el ahora viejo tenía más razón que un santo. Los habitantes del primer mundo (entre los que nos encontramos los españoles) solemos olvidar el pequeño y, en apariencia, intrascendente detalle de que vivimos en nuestros desarrollados países tan solo gracias a la nimia y, supuestamente, poco significativa circunstancia de que hemos nacido en estas naciones. ¿Y qué hemos hecho nosotros para ello? Nada, solo contar con la puñetera fortuna, el puñetero azar y la puñetera suerte?

Y gracias, en gran medida, a esa baraka, a esa tyche, a esa casualidad, hemos podido iniciar nuestro trasiego en este mundo por las grandes avenidas de la vida, por las grandes autopistas de la existencia. Sí, ya sé que luego, después de este hito aparentemente banal, nuestro esfuerzo, nuestra diligencia, nuestra constancia pueden conducirnos a estadios superiores de progreso material y espiritual; eso sí, siempre que no se cruce en nuestro camino el otro gran heraldo de la fortuna, que es la enfermedad hors catégorie. Sin embargo, sin ese bingo primigenio descomunal, oceánico; sin ese premio de nacer en un país del primer mundo, gran parte de la vida queda tristemente mediatizada, distorsionada.

Por ello, cuando la próxima vez cualquier español hable de que en este breve ínterin, que es la vida, no existe la suerte y la casualidad, sino solo el esfuerzo y la causalidad, acordémonos de que a 8092 kilómetros hacia el sur existe una nación cuyos naturales nada hicieron por merecer el triste destino de caer en el lado equivocado de la historia.










2 comentarios:

  1. Para todo hay que tener suerte. Por mucho empeño, fuerza de voluntad, tesón e inteligencia, el augurio final depende de esos factores exógenos a la persona que condicionan el resultado final y podríamos llamar suerte o fortuna.
    A los países les ocurre como a las personas, que sus recursos naturales son como su carácter y les marca su destino. John Lennon lleva razón cuando dice que la vida es lo que sucede, mientras estás ocupado haciendo otros planes. La vida hace su vida independiente de la persona, como lo hace la suerte.

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