martes, 26 de noviembre de 2024

A FAVOR DE HALLOWEEN Y DEL SINCRETISMO FESTIVO

     UNA CANSINA RIVALIDAD

    Todos los años, por estas fechas (noviembre, diciembre), emerge un ruido de fondo, una música lejana emitida por ciertos heraldos de la pureza cultural, que nos recuerda cierto combate ancestral entre las fuerzas de la tradición y las fuerzas del progreso. Estas hablillas de viejas, propias de un mundo antiguo, inmutable e incontaminado, hacen las delicias de parte de la población más proclive a esta forma de entender el mundo, pero demuestran, bajo mi humilde punto de vista, una visión simplista de la realidad que nos circunda, una amputación de la riqueza cultural que nos rodea. Si alguien, a estas alturas, no me sigue, le diré que estoy hablando sobre la vieja y desgraciada dicotomía entre conceptos como Día de Todos los Santos/Halloween; belén/árbol de Navidad; Reyes Magos/Papá Noel; Semana Santa/Carnaval/; Exaltación de la Santa Cruz/Reinas de mayo; Día de San Juan/Hogueras de San Juan; o, yendo un poco más allá, Semana Santa-Navidad/Janucá/RamadánHe de reconocer que hace tiempo, mucho tiempo, yo también fui preso de esta aparente lucha final entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad, pero desde hace ya muchísimos años lo único que me produce este combate apocalíptico en el interior de un vaso de agua es hastío y aburrimiento.


UN CURIOSO ORIGEN

    Sin ir más lejos, ¡la de barbaridades que se habrán dicho en los últimos años sobre la fiesta de Halloween!: paganismo; intento de suplantar la festividad del Día de Todos los Santos; sentido comercial; gastos superfluos; mala influencia del Imperio americano; satanismo... Sin embargo, como dijo el gran Antonio Machado, "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero". Y así, fue la Festividad de Todos los Santos, solemnidad cristiana que tiene su origen en el siglo IV de nuestra era (cuando se empezó a celebrar la conmemoración de los mártires, común a varias iglesias, como la que se celebraba el domingo posterior a Pentecostés en Antioquía), la que fue utilizada para cristianizar por dos veces una realidad pagana precedente: la primera, en el año 609 d. C., cuando el Pantheon de Agripa, en Roma, dedicado hasta entonces a "todos los dioses", fue convertido por el papa Bonifacio IV en iglesia cristiana, utilizándose el día de su consagración (13 de mayo) como fiesta litúrgica de la Santísima Virgen y Todos los Santos.

    La segunda cristianización llevada a cabo mediante la Fiesta de Todos los Santos llegó a mediados del siglo IX, cuando el papa Gregorio IV modificó la fecha del 13 de mayo por la del 1 de noviembre. ¿La causa? Cristianizar la fiesta céltica del Samhain, celebrada en Irlanda, Gales y Escocia el 31 de octubre, que conmemoraba la creencia en que los muertos regresaban del inframundo para entrar en comunión con los vivos. Lo más curioso del asunto es que la festividad que el cristianismo trató de anular, pervivió, abandonando su antiguo nombre y recibiendo uno nuevo, "All Hallows' Eve", que significa "Víspera de Todos los Santos", exportándose de Irlanda a Estados Unidos, desde donde se difundió universalmente. Vamos, que el intento de aculturación religiosa fracasó estrepitosamente. Y ahora, algunos nos vienen con el cuento de que Halloween es la festividad que quiere cargarse al Día de Todos los Santos...


SENTIDO COMERCIAL Y GASTOS SUPERFLUOS

    Esto, en cuando al origen de la celebración, similar al de otros intentos de suplantar festividades populares. Pero es que yendo al resto de descalificaciones que los adalides de la integridad cultural hacen resonar de vez en cuando sobre Halloween y otras celebraciones, nos hallamos en una situación parecida. El sentido comercial, por ejemplo. Es cierto y científicamente probado que la Festividad de la Víspera de Todos los Santos comienza a entrar en nuestras vidas desde principios de octubre: anuncios en la radio o en las marquesinas de los autobuses; decoración en los bares; promociones para pasajes del terror; entradas para fiestas de disfraces mortuorias y vampirescas en discotecas de moda en la noche de autos...

    Esto es verdad y es cargante. Pero, ¿y qué podemos comentar, por ejemplo, de la Navidad? Cuando yo era pequeño, las fiestas que conmemoran el advenimiento al mundo de Jesucristo comenzaban el 22 de diciembre, día de la Lotería Nacional por antonomasia, y se extendían hasta la tarde del 6 de enero, cuando los niños empezaban a disfrutar de los regalos que les habían traído los Reyes Magos. Sin embargo, desde hace muchísimo tiempo, es acabar Halloween, y ya nos están metiendo por tierra, mar y aire la dichosa Navidad. No es solo la publicidad en los medios de comunicación, los carteles que cuelgan de las farolas, las fachadas de los grandes centros comerciales, sino que el encendido de las luces propias de estas fechas en una ciudad como Madrid lo inaugura el Ayuntamiento el último jueves de noviembre. ¿Alguien ve alguna diferencia en este aspecto con la festividad de la noche del último día de octubre?

    Otro asunto: los gastos superfluos. En Halloween, algunos critican que por una sola noche los jóvenes, especialmente, concentran un enorme derroche en máscaras, entradas para salas de fiestas, alcohol... Según la Asociación Española de Consumidores (Asescon), los españoles hemos gastado de media en esta última festividad unos setenta euros por persona. Pero es que nos vamos a las Navidades, un período más amplio, sin duda, y según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), los ciudadanos de nuestro país nos fundiremos este año unos ochocientos euros. Igual me da que me da lo mismo.


serpadres.es (30-10-23)

teloaclaro.com (24-12-22)

EL OGRO NORTEAMERICANO

    Nunca puede faltar en esta falsa polémica el reiterado recurso al Tío Sam. Así, se comenta que Estados Unidos nos está inundando desde hace décadas con su colonialismo industrial y comercial para imponernos "a las bravas" el maldito Halloween: las calabazas, los niños pidiendo golosinas de puerta en puerta, "truco o trato", las terroríficas películas en las que un psicópata asesina uno a uno a todos los amigos del protagonista... ¿Cómo es posible esta situación? Pues por la misma causa que cualquier otro fenómeno de aculturación de un pueblo o civilización sobre otro. ¿O no nos acordamos ya de la helenización, de la romanización o de la influencia, enormemente positiva en líneas generales desde mi punto de vista, de España sobre los pueblos americanos tras 1492?


ACEPTACIÓN POPULAR

    Sin embargo, con ser importantes todos estos aspectos señalados, al final, el definitivo, el que marca la intensidad de la fiesta, es la aceptación popular. Y, la verdad, es que ver comenzar a llenarse de chavales las calles durante la tarde del 31 de octubre; contemplar los disfraces de los más pequeños, acompañados de sus padres; presenciar la romería nocturna de pandillas de amigos que acuden, tranquila, pero jocosamente, a algún domicilio particular o a alguna discoteca a disfrutar de música y esparcimiento entre vampiros y zombis...¿Pues qué queréis que os diga? Que me parece fenomenal y plausible, la misma opinión  que tengo de las personas que festejan otras celebraciones.


EN DEFENSA DE TODAS LAS FIESTAS

    Y es que aquí incluyo todo tipo de ritos, rituales, ceremonias y diversas formas de ocio. Así, el mismo respeto, la misma tolerancia siento hacia la señora que acude al cementerio de su pueblo a las cuatro de la tarde del 1 de noviembre, para asistir a la misa que se celebra en memoria de los difuntos; hacia los padres que ponen el árbol de Navidad o el belén en sus hogares; hacia aquellos que ofrecen regalos a sus hijos en la mañana del 25 de diciembre o en la del 6 de enero; hacia los fieles que asisten a la Misa del Gallo en la medianoche del 24 de diciembre; hacia las gentes que celebran alegremente los carnavales, acudiendo al baile de disfraces en el Círculo de Bellas Artes de Madrid o al entierro de la sardina en la Fuente del Pajarito, también en la capital; hacia los creyentes que asisten a misa el Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma; hacia los vecinos que presencian un paso de Semana Santa en Sevilla o la representación de la Pasión de Cristo en Morata de Tajuña; hacia los mozos que colocan un árbol en medio de la plaza de su pueblo la última noche de abril; hacia las reinas de mayo; hacia los saltarines de las fogatas de San Juan en San Pedro Manrique; hacia los jóvenes que llevan a cabo la representación teatral del Privilegio de Repoblación en mi entrañable Pedrezuela...

    Pero es que, dando un paso más, no solo acepto y admito, sino que admiro la asistencia a una misa en una iglesia católica cualquier domingo; la celebración de la Janucá hebrea durante ocho días de noviembre, diciembre o enero; la Festividad del Ramadán musulmán durante sus veintiocho o veintinueve días; o, por supuesto, el Maha Kumbhamela hindú, que se celebra cada doce años en la ciudad india de Allahabad (actual Prayagraj), y al que en 2013 acudieron cerca de cien millones de creyentes, la mayor peregrinación del mundo.

    En definitiva, que respeto, admito y admiro cualquier festividad, sea religiosa o laica. No siempre fui así, pero desde hace muchos años tengo una visión ecléctica del mundo, una postura intermedia entre doctrinas diversas. En mi casa, sin ir más lejos, cuelgan un cuadro de la Santa Cena y otro de Jesucristo, y en mi habitación poseo una reproducción del gran Erasmo de Rotterdam, el hombre que buscó una posición armónica entre el catolicismo y el luteranismo, para evitar el enfrentamiento armado; una estrella de David; un folleto desplegable sobre la celebración del Ramadán; una figurita de Buda; y un póster sobre los carnavales en Madrid de 1997. Para mí, casi todas las doctrinas y escuelas filosóficas aportan elementos positivos y, por supuesto, las festividades que se integran en ellas. Por ello, estoy y estaré siempre a favor de la conciliación entre doctrinas diferentes, y estoy y estaré siempre a favor de Halloween y del sincretismo festivo.

    












2 comentarios:

  1. Los imperios imponen sus valores y cultura sobre su zona de influencia o posesiones, causa de la americanización del mundo con la importación de sus fiestas y costumbres. Las sociedades se organizan de acuerdo con la cultura histórica de su religión y se celebran las fiestas de los calendarios religiosos, siguiéndose manteniendo las celebraciones, por el sentido comercial del sistema económico.

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