sábado, 21 de junio de 2025

WATERLOO, EL OCASO DEL HOMBRE QUE ARRUINÓ ESPAÑA

EL EMBRUJO DE NAPOLEÓN

Sí, he de reconocerlo. Yo también, durante años, sufrí el influjo de la alargada sombra de Napoleón Bonaparte (1769-1821), aquel corso que llegó a dominar media Europa. Sin ir más lejos, cuando visité por primera vez París, en mayo de 1991, uno de los hitos del periplo fue la tumba del militar y político francés, sita en el complejo arquitectónico de los Inválidos, actualmente sede del Museo del Ejército del país del Hexágono. Igualmente, en aquel mismo viaje adquirí un pequeño busto de Le Petit Caporal (el Pequeño cabo), uno de los apodos con que se le conocía en la época, figura que aún conservo en una vitrina de mi casa.

Pero, por supuesto, mi admiración por Napoleón no se quedaba en estos anecdóticos hechos descritos, sino que tenía que ver con algunos de los hechos históricos relacionados con su vida como militar y político. Sobre su primera faceta, ha sido siempre considerado como uno de los mejores estrategas de la historia, al nivel de Alejandro Magno y Julio César. Su habilitad e innovación en el arte de la guerra le llevó a vencer en sesenta batallas y a perder en tan solo siete.

Sin embargo, el embrujo que me cautivó de él durante años (al igual que a millones de personas) se centró fundamentalmente en sus acciones políticas, primero como cónsul, luego como cónsul vitalicio y, sobre todo, como emperador. Y es que, como hijo adelantado de la Revolución francesa, introdujo todas un serie de reformas liberales, que pretendían consolidar la herencia revolucionaria: la creación del código civil en 1804, que establecía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; la eliminación de numerosos privilegios feudales; la libertad religiosa en Francia y la tolerancia religiosa en los territorios ocupados; el fomento de la educación pública y laica, estableciendo la universidad como una institución estatal; la reorganización de la administración estatal, etc, etc, etc.

¿Quién, en su sano juicio, no iba a ser un entusiasta seguidor de este hombre, de baja estatura, pero de grandes ideales?

LA FACETA OSCURA DEL JACOBINO

No obstante, ese mismo Napoleón poseía una Cara B, que durante mucho tiempo no se contó, no se contó debidamente o no se quiso tener en cuenta sin más. En mi caso particular, solo el tiempo, el estudio, las lecturas, el conocimiento en suma, me fueron sacando lentamente del empíreo de la leyenda rosa del gran general.

EL GOLPE DE ESTADO

Para empezar, Napoleón llegó al poder mediante un golpe de Estado, aunque incruento, el 9 de noviembre de 1799, conocido como el 18 de brumario, que acabó con el Directorio gobernante, marcando el inicio del Consulado, que muchos historiadores consideran el final de la Revolución francesa, comenzada diez años antes, del que fue nombrado primer cónsul.

Comenzaba, así pues, una dictadura civil, que se consolidó en 1802, cuando fue nombrado cónsul vitalicio del nuevo gobierno, cargo que le otorgaba el poder absoluto sobre Francia, y sobre todo, en 1804, cuando fue entronizado como emperador de los franceses. De esta manera, todos los logros socioeconómicos que se le atribuyen son llevados a cabo mediante el despotismo ilustrado: "todo por el pueblo, pero sin el pueblo".

UN FANTASMA RECORRE EUROPA

En segundo lugar, aunque es rigurosamente cierto que Francia no comenzó la mayoría de las denominadas guerras napoleónicas, que enfrentaron a la nación del Hexágono contra una serie fluctuante de coaliciones europeas, y que asolaron el Continente entre 1803 y 1815, la realidad es que Napoleón Bonaparte se halló en el centro de esta vorágine de horror, que causó entre cinco y siete millones de muertos.

APROVECHANDO QUE MARCHABA HACIA LISBOA...

En tercer término, la ambición desmedida del Pequeño cabo hizo que, habiendo conseguido el control de buena parte de Europa occidental y central hacia el verano de 1807, se aventurase a conquistar también Portugal al año siguiente, al no respetar esta el bloqueo continental que Francia había decretado contra Inglaterra. Y entonces, en ese instante supremo, es cuando aparecemos nosotros, los españoles, en liza, que ya habíamos sufrido la destrucción de nuestra gran armada, coaligada con la francesa, tres años antes en la batalla de Trafalgar.

POLÍTICOS ESPAÑOLES DESPRECIABLES

Y digo que aparecemos en el mapa político de la época, no porque nosotros quisiéramos, sino porque el déspota francés, aprovechando el paso que nuestros gobernantes del momento (el rey Carlos IV y su primer ministro, Manuel Godoy) le habían brindado en su avance hacia Portugal, y las intrigas palaciegas, que enfrentaron al rey español con su hijo, Fernando VII, beneficiándose de estas peculiares circunstancias repito, Napoleón decidió añadir a sus ya vastas conquistas también la de España.

ALGUNOS MADRILEÑOS SE REBELAN

El levantamiento popular en Madrid el 2 de mayo de 1808, llevado a cabo tan solo por un puñado de patriotas de extracción humilde y unos pocos militares de rango medio, y que costó la vida a 409 de ellos, encendió la mecha que prendió en todo el territorio nacional contra el invasor francés.

ESPAÑA, ASOLADA Y HUMILLADA

La Guerra de la Independencia que siguió a esta heroica sublevación duró seis largos años, y vino a ser el compendio de todos los horrores imaginables, y que tan sabiamente supo captar el pintor Francisco de Goya en su serie de ochenta y dos grabados Los desastres de la guerra. La cifra de muertos en el conflicto se estima en 500.000, de los que 300.000 fueron españoles, esto es, el 3 % de la población de nuestro país (en términos actuales, con nuestra población de 2025, equivaldría a 1.470.000 muertos, que se dice pronto). A los fallecidos por acciones derivadas directamente de la guerra hay que sumar las víctimas a causa de epidemias de tifus, cólera o disentería, así como por la escasez de alimentos como consecuencia de las requisas militares.

Luego está la destrucción material que se extendió por todo el país: campos devastados, que llevaron a problemas de abastecimiento y hambrunas; carreteras dañadas; puentes y canales destruidos; y, sobre todo, ciudades bombardeadas, entre las que destacaron con luz propia Zaragoza, en cuyo terrible asedio (1808-1809) murieron 52.000 españoles, y Gerona, que tras siete meses de cerco vio sucumbir a más de 5.000 de nuestros compatriotas. Como tercer botón de muestra, que no último, diremos que Madrid sufrió gravísimos daños durante los años de la ocupación napoléonica (1808-1813), quedando el palacio y los jardines del Buen Retiro casi totalmente destruidos, cientos de edificios dañados y multitud de calles demolidas.

Por último, nos encontramos con el expolio artístico. Los acólitos del emperador de los franceses, durante la ocupación, saquearon y destruyeron iglesias, monasterios, archivos y edificios históricos, robando obras de arte y documentos valiosos, que se llevaron a su país.

En conjunto, la pérdida de vidas humanas, el desplazamiento de poblaciones enteras y la destrucción material que provocó la aventura española de Napoleón Bonaparte tuvo consecuencias devastadoras en nuestra economía y sociedad, lastrando el desarrollo del país durante décadas.

Y no hai remedio, por Francisco de Goya

EL MISMO ERROR 129 AÑOS ANTES

La faceta oscura del déspota ilustrado francés se acabó de ver cuatro años después de la invasión de la península ibérica, cuando en junio de 1812 decidió asaltar el Imperio ruso, que había tenido la osadía de comerciar con Inglaterra, descabalando el bloqueo continental al que tenía sometido Napoleón a las islas británicas. Al igual que pasaría 129 años después con Adolf Hitler, a Napoléon no le bastaba controlar la mayor parte de Europa occidental y central, y quiso anexionarse la inmensa Rusia. La jugada le salió fatal. Su Grande Armée, compuesta por 600.000 soldados, penetró hasta Moscú, pero la táctica de tierra quemada ordenada por el zar Alejandro I, la llegada del general invierno y la resistencia del ejército ruso obligaron a la retirada de las tropas napoleónicas, que cuando regresaron a Francia contaban apenas con 50.000 efectivos.

LA PRIMERA ABDICACIÓN

Las estrepitosas derrotas en las campañas de España y Rusia hicieron sucumbir el poder del Pequeño cabo, y tras la invasión de Francia por parte de una coalición europea, encabezada por Inglaterra y Rusia, Napoléon Bonaparte se vio obligado a abdicar el 11 de abril de 1814, y a exiliarse a la isla mediterránea de Elba. Sin embargo, once meses después, aprovechando el malestar político provocado por la Restauración borbónica de Luis XVIII, el militar y político corso desembarcó en el sur de Francia, reclutó un ejército de simpatizantes y se hizo nuevamente con el poder, iniciando su segundo reinado, conocido como los Cien Días. Ante ese nuevo resurgir del déspota ilustrado, otra coalición europea, formada por ingleses, holandeses y prusianos, se formó enseguida para hacerle frente.

LA LEGENDARIA BATALLA

Este pasado 18 de junio se cumplieron 210 años del espectacular choque entre los dos ejércitos en las proximidades de Waterloo, una localidad belga a veinte kilómetros al sur de Bruselas. Desde que tengo uso de razón me ha apasionado esta batalla decisiva en la historia de Europa. Los 200.000 soldados que participaron en la misma; las 50.000 vidas que sucumbieron en aquel enfrentamiento; el triunfo inicial de Napoleón frente a ingleses y holandeses; la victoria que el corso tuvo en la mano; la llegada in extremis del ejército prusiano; y la derrota final y total del emperador francés; todo ello ha formado parte de mis pasiones más encendidas desde que era niño.

Creo que la razón esencial de ese interés máximo por aquella jornada histórica se basó siempre en que durante aproximadamente doce horas el destino de Europa estuvo en vilo y, sobre todo, en que la batalla representó el ocaso de un personaje multifacético y complejo, que durante años representó para mí la luz, pero que desde hace mucho tiempo simboliza la destrucción caprichosa de mi país y el consecuente retraso histórico que para España supuso su vergonzosa invasión.

La batalla de Waterloo, por William Sadler II

ARREPENTIMIENTO TARDÍO

Cuatro días después de la batalla, el general otrora victorioso tuvo que abdicar por segunda vez, esta de manera definitiva, y fue obligado a exiliarse a la isla de Santa Elena, ubicada en el Atlántico sur, a 1800 kilómetros de distancia de la costa occidental de Angola. Allí, en aquel minúsculo y remoto lugar de África, Napoléon Bonaparte vivió sus últimos años, hasta su muerte, el 5 de mayo de 1821. Tenía cincuenta y un años. Cuentan que en sus Memorias, escritas durante su cautiverio, afirmó que el más grande error de su vida militar fue la invasión de España. Como diría el refranero castellano: "A buenas horas, mangas verdes".


PD: ESTE BLOG CONTINUARÁ A MEDIADOS DE SEPTIEMBRE (si el demonio o Dios lo permiten)

Buen verano a todos










martes, 3 de junio de 2025

¿EXISTE LA SUERTE? PREGUNTEN EN GITEGA

 "Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte; asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control" (Match Point, Introducción, Woody Allen, 2005).

LA SUERTE CON MAYÚSCULAS

Cuando hablo de la suerte con mayúsculas, no me refiero a que una persona acierte la Bonoloto; a que un equipo de fútbol gane la Final de la Liga de Campeones con un gol en el último suspiro del partido; o a que alguien quede, en una oposición a la Administración Pública, en el número 100 cuando se ofertaban 100 plazas. No. Cuando yo utilizo el término "Suerte" aludo a las dos situaciones que, desde mi punto de vista, condicionan definitivamente a una persona durante su tránsito por la vida material: el lugar de nacimiento y las grandes enfermedades. Hoy solo me ocuparé de la primera de ellas.

HITOS DEL PRIMER MUNDO

El extraordinario progreso científico y tecnológico que el mundo occidental (en el que incluyo, por supuesto, a España) ha logrado durante los últimos ochenta años nos ha hecho perder, a los afortunados que vivimos en esos países, algunas perspectivas esenciales. Acontecimientos como el descubrimiento de la estructura de la doble hélice de ADN (1953); el primer descenso de un ser humano al abismo Challenger, sito en la fosa de las Marianas (1960); la llegada del hombre a la Luna (1969); la aparición del teléfono móvil (1973); la creación de Internet (1983); o la salida del Sistema Solar por parte de la sonda espacial Voyager 1 (2012), han hecho pensar a una parte significativa de la población occidental que todo, absolutamente todo en la vida, depende de nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia y nuestra capacidad organizativa.

CASUALIDAD Y CAUSALIDAD

En este sentido, las palabras "azar", "suerte", "fortuna", "casualidad", "tyche" o "baraka" han sido progresiva, pero implacablemente, arrinconadas en el desván de la historia. Cuando la superestructura formada por los medios de comunicación, la educación y la cultura ha ido imponiendo durante décadas que todas las facetas de nuestra vida se hayan tan solo subordinadas a nuestras decisiones personales llega un momento en el que uno piensa que aquí no existe la casualidad, sino tan solo la causalidad. Vamos, que todo acontecer humano depende de nosotros mismos, que somos dueños absolutos de nuestra existencia, y que marcamos indefectiblemente nuestro futuro.

Calles de Gitega (www.adonde-y-cuando.es)

DEL EMPÍREO AL INFIERNO

Es muy fácil asumir estos postulados, estar de acuerdo con estas afirmaciones, cuando habitamos un país que se encuentra situado en el puesto número 15 en el ranking mundial del Producto Interior Bruto (PIB) nominal; en el 35 en el ranking  del PIB per cápita; en el 28 en el ranking del Índice de Desarrollo Humano (IDH), que tiene en cuenta la salud, la educación, los ingresos y las condiciones de vida de un país para ofrecer una medida del desarrollo humano; que supera el 98 % de tasa de alfabetización; o que tiene una esperanza de vida de 83,77 años.

¿Pero qué pensaríamos si hubiésemos nacido en Gitega? Esta ciudad, de 27 kilómetros cuadrados y 132.367 habitantes, es la capital de Burundi, país que la mayor parte de los estudios consultados consideran el más pobre de la Tierra. Todos los datos de esta nación centroafricana son aterradores: está situada en el puesto 164 en la clasificación del PIB mundial nominal (de un total de 192 países); en el 182 en la clasificación del PIB mundial per cápita (de 182); en el puesto 187 del IDH (de un total de 193); posee una tasa de alfabetización de 69,44 %; y una esperanza de vida de 63,8 años (no llega ni a la edad de nuestra jubilación).

Si hubiéramos venido a la vida en Gitega, donde casi todas las calles están sin asfaltar, y cuya área metropolitana en concreto se halla a la cola de todo el planeta en datos socioeconómicos, ¿qué idearíamos sobre nuestro futuro personal? ¿qué imaginaríamos del control sobre nuestra vida? ¿qué cavilaríamos sobre que solo nuestras decisiones personales marcan el rumbo de nuestra existencia? ¿qué creeríamos sobre la casualidad, el azar o la fortuna? ¿nos preguntaríamos todos los días de nuestra vida por qué he tenido que nacer aquí o qué he hecho yo para merecer esto?

AL ESTE DEL EDÉN

En el libro del Génesis, que abre la Biblia, se narra que después de desobedecer a Dios al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva fueron expulsados del huerto del edén hacia el este, instalándose en esa salida varios querubines y una espada encendida que giraba en todas las direcciones para guardar el camino de entrada al paraíso. Desde entonces, vivir al este del edén es sinónimo de habitar un mundo caído, derrumbado, ruinoso.

No voy a disertar aquí sobre las causas (variadas y complejas) que han conducido a que Burundi, al igual que otras naciones centroafricanas (República Centroafricana, Sudán del Sur, Somalia, Mozambique o República Democrática del Congo) han llegado a ser arrojadas al este del edén de la historia, pero la realidad es que habitan ese triste y lóbrego lugar.

Adán y Eva, expulsado del paraíso (www.alamy.com)

Un día, cuando yo era pequeño, mi padre me lo comentó dentro de una conversación más larga, pero el ahora viejo tenía más razón que un santo. Los habitantes del primer mundo (entre los que nos encontramos los españoles) solemos olvidar el pequeño y, en apariencia, intrascendente detalle de que vivimos en nuestros desarrollados países tan solo gracias a la nimia y, supuestamente, poco significativa circunstancia de que hemos nacido en estas naciones. ¿Y qué hemos hecho nosotros para ello? Nada, solo contar con la puñetera fortuna, el puñetero azar y la puñetera suerte?

Y gracias, en gran medida, a esa baraka, a esa tyche, a esa casualidad, hemos podido iniciar nuestro trasiego en este mundo por las grandes avenidas de la vida, por las grandes autopistas de la existencia. Sí, ya sé que luego, después de este hito aparentemente banal, nuestro esfuerzo, nuestra diligencia, nuestra constancia pueden conducirnos a estadios superiores de progreso material y espiritual; eso sí, siempre que no se cruce en nuestro camino el otro gran heraldo de la fortuna, que es la enfermedad hors catégorie. Sin embargo, sin ese bingo primigenio descomunal, oceánico; sin ese premio de nacer en un país del primer mundo, gran parte de la vida queda tristemente mediatizada, distorsionada.

Por ello, cuando la próxima vez cualquier español hable de que en este breve ínterin, que es la vida, no existe la suerte y la casualidad, sino solo el esfuerzo y la causalidad, acordémonos de que a 8092 kilómetros hacia el sur existe una nación cuyos naturales nada hicieron por merecer el triste destino de caer en el lado equivocado de la historia.










martes, 20 de mayo de 2025

TARDES DE SOLEDAD, VIOLENCIA Y ANACRONISMO

LOS ANIMALES, A TRAVÉS DEL TIEMPO

No me considero, ni nunca me he considerado, un conservacionista, un animalista o un acérrimo defensor de los derechos de los animales. Durante gran parte de mi vida nuestros primos irracionales no me supusieron, en el mejor de los casos, más que una anécdota, y en el peor, un miedo exacerbado, especialmente en el caso de los perros a partir de un intrascendente suceso acaecido en mi más tierna niñez.

Con el paso del tiempo, los animales fueron penetrando en mi existencia a través de dos vías. La primera, mediante la confección de mi tesis doctoral, que trataba sobre las respuestas religiosas que los españoles de la decimoséptima centuria llevaron a cabo frente a las plagas del campo, entre las cuales se incluían insectos, mamíferos y aves, capitaneadas todas ellas por la todopoderosa y dañina langosta.

La segunda vía fue por la contemplación, en vivo o en documentales, de seres, a mi juicio, fascinantes, como las gaviotas (sensación de libertad y de suspensión en el aire), las tortugas (invitación a la lentitud y a la tranquilidad, tan alejadas ambas de la vida actual en Occidente) y (¡qué sorprendente ironía!) los perros, que observados con mis actuales sentidos ofrecen tantas virtudes, como la fidelidad, el juego continuo, el instinto más primario o la inestimable compañía a quienes los poseen. Otros animales que siempre llamaron mi atención fueron la iguana (por su rareza), la oveja (por su inocencia), el búho (por su capacidad de observación), el delfín (por su inteligencia), el pingüino (por su torpeza al andar en tierra firme) o el gorrión (el máximo exponente de "mi pajarillo").

NO A LA IRRACIONALIDAD, NO AL MALTRATO

Esta nueva consideración hacia estos seres nunca me hizo caer, sin embargo, en la tentación de confundir admiración y asombro con amor irracional. Y es que cuando veo a ciertas personas manifestarse contra la venta de pieles; cuando oigo determinadas concentraciones para despedir a una piara de cerdos que es llevada en camiones a mataderos para su sacrificio; cuando siento que algunos seres racionales se comportan mejor con los irracionales que con sus propios familiares o amigos; cuando contemplo todo esto, me dan ganas de salir corriendo.

Pero estas situaciones descritas son una cosa, y otras muy distintas, el maltrato animal. Aquí no valen ambigüedades. Que alguien arroje una cabra por un campanario, juegue al fútbol con una gallina o abandone a su suerte a varios caballos en una finca o a un perro en una carretera, no es que me parezca un delito (que lo es), sino que me parece un rasgo de depravación humana. Y aquí, en este instante, llegamos a la sempiterna polémica sobre la tauromaquia o "el arte de lidiar toros", como la define la RAE.

EN SALDAÑA EMPEZÓ TODO

Esta actividad, cuyo primer referente en España lo encontramos en el año 1128, durante la celebración de la boda de Alfonso VII de Castilla y Berenguela de Barcelona, que tuvo lugar en la localidad palentina de Saldaña, se consolida, en su forma moderna de toreo a pie, en plazas cerradas y circulares, con tendidos y ruedos, a partir del siglo XVIII.

AQUELLAS FIESTAS DEL 95

He de reconocer que nunca me llamaron la atención las corridas de toros. De niño acompañé a mis padres a algunas (muy pocas), y de joven asistí a unas cuantas en las fiestas patronales del pueblo de mis ancestros. Nunca me dijeron gran cosa, salvo que eran el pretexto perfecto para estar con mis amigos. Sin embargo, el último año que acudí a estas fiestas, a finales de septiembre de 1995, algo ocurrió en una de aquellas tardes. Desconozco si es que fue la espantosa faena, la horrible muerte del toro, con varios descabellos de por medio; no sé, pero durante aquella postrera velada fue la primera vez en mi vida que pensé: ¿qué coño pinto yo aquí viendo esto? Y aunque a las fiestas no volví por diferentes motivos, a una corrida de toros ni me lo planteé nunca más.

Durante años, aunque fui testigo de las constantes y aceleradas restricciones que las autoridades competentes ejercían sobre todos y cada uno de los diferentes festejos taurinos que se desarrollaban a nivel local, nunca tuve una opinión clara sobre las corridas de toros, y si la tenía esta se hallaba lastrada lastimosamente por la maldita ideología. ¿En qué momento cambió todo? No lo sé con seguridad, pero cambió.

UN DOCUMENTAL IMPRESCINDIBLE

Una vez que decidí tratar la polémica sobre la tauromaquia en este blog, a pesar de tener ya muy clara mi posición al respecto, decidí contemplar la película-documental Tardes de soledad, dirigida por el catalán Albert Serra, que fue galardonada con el premio Concha de Oro en el último Festival Internacional de Cine de San Sebastián. La idea era ver si los diversos momentos en los que es grabado el diestro peruano Andrés Roca Rey a lo largo de varias corridas afectaban de alguna manera a la visión que albergaba yo sobre el festejo en sí. Y he de reconocer que no solo no cambió mi valoración, sino que la reforzó en todos sus aspectos.

Cartel de la película-documental (www.eldiario.es)

GLADIADORES 3.0

Sobre los toreros en sí, me siguen pareciendo gladiadores del siglo XXI, que en aras de una opción vital, se juegan la vida todas las tardes en un enfrentamiento universal y eterno contra un formidable enemigo, de media tonelada de peso, con una fuerza y unos cuernos que dan pavor solo verlos en la butaca del cine. No seré yo, sin duda, el que alce la voz sobre estos luchadores incansables contra el destino; no seré yo, ciertamente, el que califique de asesinos a quienes se enfrentan a la muerte en cada verónica, en cada chicuelina, en cada gaonera, en cada larga cambiada, en cada pase natural, en cada derechazo, en cada pase de pecho, en cada manoletina y, sobre todo, cada vez que entran a matar al morlaco de marras. Aunque el enfrentamiento en la épica batalla casi siempre acaba igual (el torero gana, el toro pierde), reconozco una cierta grandeza en quienes se exponen durante media hora en la plaza a la negra parca, solo por cumplir un sueño de vítores y fama.

UN SUPLICIO INIMAGINABLE

Sin embargo, la admiración hacia la valentía y arrojo de los diestros no oscurece un ápice la percepción que mantengo desde hace mucho tiempo sobre el festejo en sí. La película-documental sobre Andrés Roca Rey presenta lo que ya sabía, pero aumentado. Un animal (el toro) sale a la arena potente, encendido, eléctrico. Al margen de los cien mil capotazos y muletazos, ese ser irracional recibe primero varios puyazos en su morrillo con una vara que acaba con una puya en la punta, que le suele provocar la pérdida de 1/6 del volumen de su sangre. 

Después, le clavan entre cuatro y seis banderillas (palos de madera decorados con puntas puntiagudas) en los hombros y/o la joroba, que ocasionan en el animal el desgarramiento de músculos, nervios y vasos sanguíneos, al margen de la propia deshidratación consecuencia de la pérdida de sangre. 

Más tarde, le clavan una espada de ochenta centímetros de largo de doble filo, que busca llegar al corazón, aunque a menudo causa lesiones en los pulmones y bronquios. 

Finalmente, si el toro sigue vivo después de esto, se procede al descabello, es decir, se introduce un cuchillo entre la primera y segunda vértebras cervicales, seccionando la médula espinal. Así, el toro cae con sus extremidades extendidas, aunque aún mueve la cabeza y los ojos. 

Antes de morir, bien por asfixia, bien por desangramiento, el animal se halla aún consciente, ya que la corteza cerebral y el tronco encefálico permanecen intactos. Ver en el documental de Albert Serra cómo el animal, derrotado, caído, con la cabeza ladeada, empapado en sangre, medio asfixiado, va cerrando lentamente los ojos, segundos antes de que los mulilleros lo arrastren por el albero hacia el desolladero es un espectáculo triste y macabro.

Antes del descabello (www.theconversation.com)

RAZONES MUY POBRES

Los defensores de esta fiesta, a la que se denomina "nacional", esgrimen argumentos de variado pelaje: ideológicos (la tauromaquia es una fiesta que simboliza la España eterna y unitaria); económicos (hay muchos intereses en juego); de arraigo (es una tradición más que centenaria); de enfrentamiento entre iguales (puede morir cualquiera de las dos partes); de libertad (hay aún una parroquia no desdeñable de aficionados y, por contra, nadie está obligado a presenciar dicho espectáculo); e incluso de origen (el toro de lidia se cría para ser toreado). Bien.

Que las corridas de toros puedan representar un nexo común a todos los españoles contradice el estudio que, en febrero de este mismo año, ha llevado a cabo el BBVA, llamado Percepciones de la naturaleza y los animales, según el cual más del 70 % de la población española rechaza las mismas. 

Que haya una industria en torno a esta violenta función no me impacta: pues que se recicle en otras actividades. 

Que se nos venda esta representación gore como una tradición me lleva al recuerdo de los autos de fe de la Santa Inquisición y de los ajusticiamientos públicos que, por desgracia, fueron también una costumbre durante muchos decenios en nuestras calles y plazas. 

Que se argumente que el enfrentamiento es entre iguales, no niego que el toro sea un enemigo descomunal, pero siempre acaba perdiendo. 

Que haya aún en nuestro país una cierta afición a las corridas de toros me parece estupendo, pero eso no convalida la existencia de una bárbara carnicería. Por cierto, lo que me parece el "no va más" es que los menores de edad puedan asistir a estos espectáculos. 

Y que haya quienes arguyen que el toro bravo ha nacido para morir funestamente en una plaza no legitima la existencia y crianza de esa especie. Traer un ser vivo al mundo para este sufrimiento no me parece de recibo.

FUERA DEL TIEMPO

Ningún argumento me convence para aceptar este espectáculo atroz, sanguinario y perverso, pero yo daría la puntilla a quienes lo defienden, aludiendo a su anacronismo. Una sociedad, como la española de 2025, en la que se ha inoculado desde hace muchísimo tiempo -acertadamente, sin duda-, el amor por los animales; en la que tantos documentales, revistas y artículos de periódico nos hablan a diario sobre el respeto a los irracionales; en la que en una ciudad como Madrid conviven 300.000 perros con 3.000.000 de personas; en la que el número de mascotas aumenta día a día; en la que pisar una hormiga está mal visto. Una sociedad que acabó con lacras como la fiesta del Descabezagallos, la del Toro de la Vega o la del propio toro embolado, repito, esa misma sociedad que ha avanzado tanto en tan poco tiempo, ¿durante cuánto tiempo más puede seguir admitiendo y soportando la insoportable tragedia del toro de lidia?










martes, 6 de mayo de 2025

"CAROL" O EL TRIUNFO DEL AMOR A CONTRACORRIENTE

UN DRAMA ROMÁNTICO

Mientras durante la última Madrugá, las calles de Sevilla iban llenándose de pasos procesionales, cofrades y gentío anónimo enfervorizado, yo, acomodado en mi sillón favorito, exploraba la cartelera infinita de Movistar Plus, hasta encontrar un título que llamó inmediatamente mi atención. Se trataba de Carol, un drama romántico de 2015, dirigido por Todd Haynes, y cuyo guión fue escrito a partir de la novela de Patricia Highsmith titulada Carol (The Prince of Salt). El filme trata sobre la relación sentimental entre dos mujeres neoyorkinas durante la década de los 50, Therese Belivet (Rooney Mara), una joven aspirante a fotógrafa que trabaja como dependienta en una tienda de juguetes, y otra, Carol Aird (la bella y sensual Cate Blanchett), una mujer de mediana edad, que vive una matrimonio sin calor y sin pasión.

Reconozco que la obra me atrapó desde un principio, toda ella llena de conflictos personales, vidas a contracorriente, convencionalismos sociales, golpes de teatro y, por encima de todo, ternura a raudales, amplificada por el tema principal de la banda sonora, delicioso, mágico.

Escena de Carol (www.primevideo.com)

VIDAS INCOMPLETAS

Desde siempre me han atraído de forma irresistible las películas en las que sus protagonistas se hallan encerrados en situaciones de cárceles vivenciales, en las que el núcleo interior de la persona no puede salir del todo a la superficie, en las que la esencia humana queda sepultada bajo toneladas de disimulo, formalismos, convenciones y otras formas de coerción social.

AQUELLAS DOS HEROÍNAS...

En esta línea, hace más de treinta años disfruté enormemente con la icónica Thelma y Louise, aquel road movie de Ridley Scott, que planteaba descarnadamente la lucha de dos heroínas contra la violencia machista, y de la que quedó grabada a fuego en mis retinas la inmortal escena final. Yo, entonces, me encontraba escribiendo un diario personal, iniciado a partir de una grave enfermedad de mi padre. Aunque los apuntes de entonces no tenían una periodicidad específica, la aparición estelar en mi vida de aquel magno filme me obligó a introducir una larga entrada, que analizaba pormenorizadamente la película, incidiendo en las causas que conducían a la hecatombe postrera. Mucho antes de que algunas feministas sobrevenidas, de charanga y pandereta, yo ya me interesaba por las vidas de quienes tuvieron la mala suerte de navegar por procelosas aguas durante toda su puñetera existencia.

VICTORIA CONTRA TODO PRONÓSTICO

En Carol, dos mujeres de edades y estratos sociales diferentes luchan denodadamente, en un microcosmos de hace siete décadas, por poner en práctica una relación claramente a contracorriente de la sociedad en la que viven. Las trabas, los obstáculos, las resistencias son múltiples y poderosas, pero, al final, el amor triunfa sobre las tinieblas.

UNA LARGA TRAVESÍA POR EL DESIERTO

Echo la vista atrás y veo que, a lo largo de casi toda la historia, la homosexualidad ha estado tolerada o incluso valorada socialmente tan solo en un puñado de culturas, tales como la antigua Mesopotamia, la antigua Grecia, la antigua Roma, algunas regiones de China (como la provincia de Fujian) o en ciertos momentos de la historia de la Europa antigua. 

NO A LA REVANCHA, NO AL OLVIDO

No voy a entrar aquí en las causas de esta desgraciada situación; en las críticas a las diferentes religiones, que no solo no aceptaron la diversidad sexual, sino que fomentaron la persecución de la misma; o en la legislación que multitud de estados y sociedades llevaron a cabo para discriminar, multar, condenar, castigar y, por supuesto, ejecutar a multitud de homosexuales a través del tiempo.

No, no quiero una venganza tipo woke, no admito un revanchismo anacrónico, no deseo una guerra entre opciones sexuales diferentes. Pero no quiero olvidar, es más, pretendo recordar a los miles y miles de personas anónimas que, a lo largo de casi toda la historia (hasta hace un cuarto de hora, como quien dice) no han podido poner en práctica no solo sus deseos más primarios, sino, por encima de todo, relaciones personales y sentimentales con seres de su mismo sexo.

LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

Pienso en tantas vidas disimuladas, en tantos armarios sin abrir, en tanto sofoco interior. Imagino tantas existencias insatisfechas, tanta falta de plenitud, tanto dolor emocional. Reflexiono sobre tantas uniones indeseadas, tantas aceptaciones forzadas, tantas vidas en contra de uno mismo.

Medito sobre tanto miedo al "qué dirán", sobre tanto miedo a que a uno lo descubran, sobre tanto miedo a que a uno lo delaten, sobre tanto miedo a que a uno lo juzguen, sobre tanto miedo a que a uno lo condenen, sobre tanto miedo, en fin, a que a uno lo lapiden, lo quemen, lo ahorquen o lo gaseen. 

Y siempre, siempre, siempre, me he preguntado cómo conllevarían estos parias de la historia, estas víctimas propiciatorias de dioses y reyes, estos habitantes de las vías de servicio de la vida, repito, cómo asumirían, cómo aceptarían, cómo sobrellevarían, en suma, cómo vivirían unas existencias tan oscuras, tan claustrofóbicas, tan secretas, tan sigilosas, tan incompletas.

Para que estas reflexiones no queden en la abstracción, referiré dos casos que el historiador Javier Ruiz Astiz menciona en un artículo titulado “Vestido de diabólico deseo”: prácticas sodomíticas y justicia en Navarra durante el Antiguo Régimen", publicado en la revista Clío y Crimen, del año 2015. 

El primero apunta a un hombre llamado Marco de Orta, quien la justicia civil castigó en 1526 a «que sea ahorcado de una soga a la garganta hasta que el alma le salga de las carnes y muera naturalmente y que no sea quitado de la dicha horca sin nuestra licencia». 

El segundo ejemplo hace referencia a un tal Francisco Negro, quien en 1545 fue condenado también por un tribunal civil a «que sea puesto en un palo derecho con una argolla de hierro a la garganta que esté fixada en el dicho palo levantando del suelo hasta medio hastado, al cual le sea dado un garrote a la garganta hasta ser ahogado». Solo viendo estos ejemplos se da uno cuenta de lo que podía comportar ser homosexual en otras épocas en nuestro país.

Diversos iconos de la homosexualidad (www.istockphoto.com)

COMO SIEMPRE TUVO QUE SER

Hoy, al menos en Occidente, la situación ha cambiado radicalmente y, salvo los intolerantes y los extremistas de siempre, la inmensa mayoría de la sociedad acepta con plena normalidad las diferentes opciones sexuales de cada persona. Sin ir más lejos, de los treinta y nueve países en los que, en la actualidad, es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo, diecinueve son europeos, habiendo sido España el tercer país del mundo en conseguirlo, a través de una ley que entró en vigor el 3 de julio de 2005.

VALOREMOS HABER NACIDO AHORA Y AQUÍ (OTROS NO TUVIERON TANTA SUERTE)

Actualmente, en España, es fácil estar a favor de los derechos de las personas homosexuales, entre otra serie de causas porque gran parte de ellos han sido ya conseguidos. Pero precisamente por eso, hoy es más necesario que nunca agradecer a la naturaleza, al destino o, simplemente, a la fortuna haber nacido en esta época y en este país, porque solo así sabremos valorar en su justa medida lo que tenemos, y recordar que hubo una época oscura de la historia (que terminó hace un cuarto de hora), en la que una relación como la de Therese Belivet y Carol Aird no es que casi nunca acabara con final feliz, sino que en unas ocasiones no podía ocurrir sin más, en otras se llevaba a cabo de forma clandestina y, en otras muchas, terminaba costando la vida a alguien. Creo que en algo hemos avanzado.










martes, 22 de abril de 2025

EL FATAL ERROR DE HITLER, QUE LE COSTÓ LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

A OCHENTA AÑOS DEL APOCALIPSIS

Ahora que se acerca raudo y veloz el ochenta aniversario del suicidio de Adolf Hitler en su bunker de Berlín (30 de abril) y de la rendición de la Alemania nazi ante las potencias occidentales (7 de mayo) y ante la URSS (8 de mayo), que puso punto y final en Europa a la mayor matanza de la historia, quiero hacer un pequeño comentario sobre el episodio que, a mi juicio, supuso el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial en el Continente.

AZAZEL RESIDIÓ CINCUENTA Y SEIS AÑOS EN LA TIERRA

Al margen de la historia de la Edad Moderna (especialmente, desde finales del siglo XV hasta comienzos del XVIII), tres personajes públicos me han interesado sobremanera a lo largo de toda mi vida, a los que he dedicado cientos de horas de lectura de libros, artículos de revistas y de periódicos, así como decenas y decenas de horas de visionado de documentales: la vida de Jesucristo, el asesinato de John Fitzgerald Kennedy y el transcurrir vital en este planeta de uno de los tres asesinos más letales de toda la historia, una auténtica personificación del mal: Adolf Hitler.

Sus humildes y monótonos orígenes; su participación anodina en la segunda carnicería más grande de la humanidad; la fundación, junto a Karl Harrer, Anton Drexler y Dietrich Eckart del NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) en 1920; su participación en el Putsch de la Cervecería en Múnich en 1923; su posterior encarcelamiento durante solo nueves meses por este intento de golpe de Estado (1925); la publicación del Mein Kamph, escrito durante su presidio, y que anticipaba su cruel y enloquecido ideario político; su irresistible ascenso en las Elecciones federales de Alemania entre 1928 y 1932; su estrambótica llegada a la Cancillería del Reich germano el 30 de enero de 1933, provocada por la irresponsabilidad y el juego de aprendices de brujo de la clase derechista alemana.

La rápida creación de una dictadura unipersonal; la veloz destrucción de todas las sanciones e indemnizaciones a las que Alemania (sin duda, de manera injusta por la estratosférica cifra de las mismas) fue sometida en el Tratado de Versalles, tras perder la Primera Guerra Mundial; su voraz expansionismo desde 1936 a 1939, que le llevó a anexionarse la zona desmilitarizada de Renania, Austria y Checoslovaquia, sin disparar un solo tiro, y solo a base de amenazas, política de hechos consumados y pusilanimidad de las potencias occidentales, especialmente de Francia y Reino Unido.

Su invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, que derivó en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial; el asesinato de seis millones de judíos y miles de rusos, polacos, gitanos y personas de otras nacionalidades en los campos de exterminio, de los que destacó con luz propia el de Auschwitz; y, finalmente, el apocalipsis que supuso la contienda, con el inicial y fulgurante triunfo nazi y el apoteósico final, digno de El ocaso de los dioses, de Richard Wagner, con el suicidio del sátrapa, mientras las tropas soviéticas hacían ondear la bandera roja de la URSS en la azotea del Reichstag.

Adolf Hitler en  Bückeburg, 1934 (Heinrich Hoffmann, Museo Imperial de la Guerra)

TUVO EL TRIUNFO EN LA MANO

Todo ello, todo, ha formado parte de mis preferencias lectoras y audiovisuales de los últimos cuarenta y cinco años. Y es que la subida imparable de esta encarnación suprema de la infamia desde el ostracismo más absoluto hasta la cúspide del poder de la nación más desarrollada de Europa en aquel momento, y todo por medios legales, se convirtió para mí en un polo de atracción irresistible. Y no solo eso, sino que este Satán del siglo XX pudo, y debió ganar la contienda mundial que él mismo empezó, con las consecuencias que ello hubiera tenido para el devenir de la historia.

Si un marciano hubiera llegado a la Tierra el sábado 21 de junio de 1941, se hubiese informado sobre el desarrollo de la conflagración que se hallaba en curso y alguien le hubiera preguntado un pronóstico sobre el posible vencedor de la misma, es evidente que el hombrecillo verde hubiese apostado al 100 % por Alemania. Y es que ese sábado finisecular, el Führer dominaba, directamente o a través de sus aliados, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Italia, Austria, Checoslovaquia, Hungría, Croacia, Serbia, Grecia, Bulgaria, Rumanía, Albania, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Dinamarca, Noruega y Finlandia. Es decir, dentro de Europa, solo eran estados supuestamente neutrales Portugal, España, Irlanda, Suiza y Suecia. La marea nazi se hallaba en su clímax, y tan solo Reino Unido, dirigido por el admirable Winston Churchill, hacía frente como podía, al otro lado del Canal de la Mancha, a la fortaleza continental de Adolf Hitler.

AMISTADES PELIGROSAS (BELCEBÚ Y ASMODEO)

Por si fuera poco, el 23 de agosto de 1939, es decir, nueve días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el dictador alemán e Iósif Stalin (otro de los mayores carniceros de la historia) habían firmado el Tratado de no Agresión entre Alemania y la URSS, que no solo contemplaba el explícito enunciado, sino que contenía un Protocolo adicional secreto, mediante el que las dos potencias se repartían la Europa oriental, extremo que con el transcurrir del tiempo se concretaría en el dominio soviético sobre Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia, parte de Polonia y parte de Rumanía. Durante los siguientes meses, los partidos comunistas europeos justificaron el pacto y siguieron las órdenes de Stalin de cesar la propaganda contra el fascismo y atacar a las democracias occidentales enemigas de la Alemania nazi. Después de 1945, naturalmente, los partidos comunistas fueron, por supuesto, muy antifascistas.

Si ese sábado 21 de junio de 1941, el demonio austríaco (había nacido en la localidad de Braunau am Inn el 20 de abril de 1889) se hubiera conformado con sus amplísimas conquistas, y no hubiera aspirado a continuar su insaciable expansionismo, difícil, por no decir imposible, hubieran las potencias occidentales haber ganado la guerra, por la sencilla razón de que solo Reino Unido resistía, ya que Estados Unidos, a pesar del apoyo económico y armamentístico que estaba suministrando a aquel, se hallaba recluido aún en su cómodo aislacionismo, y no sería hasta el ataque japonés a la base hawaiana de Pearl Harbour el 7 de diciembre de ese mismo año, cuando se decidiera a entrar definitivamente en el conflicto.

LA RANA Y EL ESCORPIÓN

¿Qué hizo que Hitler rompiera su amistad con Stalin y decidiera invadir la URSS el domingo 22 de junio de 1941? Pues para evitar exponer intrincadas teorías, podríamos resumirlo en su visceral odio al comunismo y en la moraleja que se puede extraer de la fábula, generalmente atribuida a Esopo, de la rana y el escorpión: porque era su naturaleza (la de Hitler), una naturaleza maligna, que no reparaba en límites de ningún tipo, y cuyos deseos de espacio vital (Lebensraum) para el Reich eran insaciables.

TUVO A NAPOLEÓN DE REFERENCIA, Y NO APRENDIÓ LA LECCIÓN

En todo caso, la Operación Barbarroja, como se llamó el plan de invasión de la URSS de 1941, ideada en una conferencia secreta el 31 de julio del año anterior, se inició ese domingo de finales de junio, y aunque durante las primeras semanas los avances del ejército alemán fueron muy rápidos, la resistencia soviética, los problemas logísticos de los invasores y la llegada del general Invierno hicieron parar la ofensiva nazi, ya casi a las puertas de Moscú, a principios de diciembre. 

A pesar de ello, a comienzos del verano siguiente, Hitler retomó la ofensiva contra la URSS (esta vez, denominada Operación Azul), lanzando un ataque a gran escala hacia la ciudad de Stalingrado y hacia los yacimientos petrolíferos del Cáucaso. En septiembre, las fuerzas germanas habían llegado a las afueras de Stalingrado y a 192 kilómetros de las costas del mar Caspio. Ese fue el momento de la pleamar del poder nazi en Europa.

Cuando todo parecía perdido en Stalingrado, y los alemanes ya controlaban el 90 % de la población, un contraataque soviético llevado a cabo a mitad de noviembre cambió el curso de la batalla, comenzó a arrinconar a los alemanes y provocó, finalmente, su rendición el 2 de febrero de 1943. Esta derrota, sumada a la, esta sí decisiva, batalla de Kursk, en julio y agosto de ese mismo año, significó el principio del fin del nazismo en Europa, pues su ejército no solo no obtendría más victorias en el Frente oriental, sino que, desde ese momento, se batiría en continua retirada, hasta la caída de Berlín y la rendición final. 

Emulando a otro déspota despreciable, como fue Napoleón Bonaparte (quien inició su ataque a Rusia casi el mismo día que Hitler, pero de 1812, y que también cavó su propia tumba en las planicies rusas), Adolf Hitler invadió la URSS en junio del 41, cuando tenía conquistada toda Europa, a excepción de unos pocos países neutrales. Su tratado de no agresión con Stalin le aseguraba, además, la tranquilidad en las fronteras limítrofes con la URSS de sus conquistas más orientales. Estados Unidos aún no había entrado en el conflicto, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de su población veía con malos ojos inmiscuirse en él. Solo Reino Unido, con el mítico Churchill al mando, resistía las embestidas periódicas de la aviación alemana.

Las tropas soviéticas izan la bandera de la URSS en la azotea del Reichstag, 30 de abril de 1945 (Yevgeny Khaldei)

UN ERROR ESTRATÉGICO FATAL

Ese mes de junio de 1941 podía haber acabado la guerra en Europa si Hitler se hubiera conformado con sus amplias ganancias territoriales después de veintiún meses de conflicto. Sin embargo, en un triple salto mortal hacia atrás con venda incluida, intentó el "no va más", es decir, conquistar la vasta (en extensión y en habitantes) Unión Soviética. Pensó que en unas pocas semanas sus 3.800.000 soldados llegarían a Moscú, tomarían el poder y se harían con un territorio que se extendía desde los montes Urales hasta el océano Pacífico. Se equivocó fatalmente, por suerte para la humanidad, y comenzó a perder una guerra que tenía ganada. 

Porque desde el mismo momento de la invasión, la URSS se unió a las fuerzas aliadas, y tras resistir el asedio nazi durante año y medio, pasó a la ofensiva en febrero de 1943. Después de dieciséis meses de acometida casi en solitario (hasta el 17 de agosto de ese año, los aliados no entraron en el Continente a través de Sicilia), los soviéticos encontraron en el Desembarco de Normandía el anhelado Segundo Frente contra Hitler (6 de junio del 44), y entonces, rusos, norteamericanos e ingleses fueron arrinconando como una enorme tenaza a los alemanes, hasta la rendición final de estos, de la que en unos días se cumplirán ochenta años. Siete días antes de ese desenlace, el causante de la mayor matanza colectiva de toda la historia (setenta millones de muertos, de los que solo el valeroso pueblo ruso pagó el precio de veintisiete millones) se pegó un tiro en la cabeza. Pero, ¿qué hubiera pasado en la historia de Europa si ese mismo émulo de Lucifer no hubiera puesto en marcha la Operación Barbarroja? Da miedo pensarlo.











miércoles, 9 de abril de 2025

A VUELTAS CON LA PROSTITUCIÓN

UNA POLÉMICA MÁS VIEJA QUE MI DIFUNTA ABUELA

A raíz de algunas investigaciones judiciales y periodísticas desarrolladas en los últimos meses, que han acabado destapando determinados comportamientos rayanos en el delito por parte de ciertos prohombres de la vida pública española, ha emergido con fuerza, desde las profundidades del océano de la memoria, el sempiterno, añejo y matusalénico debate sobre la profesión más antigua del mundo, cuyas primeras manifestaciones fueron recogidas en unos registros sumerios, datados en el año 2400 a. C.

LAS CIFRAS

Antes de nada, los datos fríos. Según un estudio realizado por Reyes Vila Pariente, magistrada de lo Contencioso-Administrativo de Sevilla y elegida en el mes de noviembre pasado decana de los jueces de la capital hispalense, unas 400.000 personas se dedican en la actualidad a la prostitución en España, de las que la inmensa mayoría son mujeres, y de estas, el 85 %, extranjeras. La actividad mueve solo en nuestro país un volumen de dieciocho millones de euros anuales, siendo el primer consumidor de prostitución de Europa, y en donde hasta un 40 % de hombres reconoce haber pagado alguna vez por sexo.

www.rtve.es (16-6-21)

LAS PALABRAS SON IMPORTANTES

Al abordar ya la polvareda mediática que nos ha puesto nuevamente frente al espejo esta realidad en nuestro suelo patrio, me gustaría empezar aludiendo a la terminología empleada por ciertos políticos y periodistas al referirse a las profesionales del sexo. Es obvio que el español es un idioma muy rico en sinónimos, y que cada uno, faltaría más, puede decir lo que le venga en gana, siempre que no traspase la delgada línea que separa un calificativo de un insulto. Pero es que en estos meses infaustos de sobreinformación judicial, al margen del término "señoritas", empleado por uno de los investigados, los telespectadores, oyentes y lectores españoles hemos escuchado por parte de altos políticos y excelsos comunicadores epítetos tales como "guarrillas", "fulanas", "golfas", "furcias", "zorras", "pelanduscas" o, simplemente, "putas". 

Sí, sí, ya sé que todos estos títulos son recogidos por los principales diccionarios de sinónimos para referirse a las profesionales del sexo. Pero es que yo pongo el acento en que los grandes próceres de la vida pública y comunicativa en España que utilizan estos términos no lo hacen por diversificar el vocabulario, sino por el mero hecho de insultar y denigrar. ¿Qué suena más pegadizo, más contundente?: ¿Puta o prostituta? ¿Fulana o prostituta? ¿Guarrilla o prostituta? ¿Pelandusca o prostituta? La realidad es que, casi siempre, se ha impuesto la primera acepción, pues al político o al periodista de turno esta le conviene más para machacar a su contrario ideológico, al cargar las tintas sobre la supuesta actividad ilícita con la que este ha estado relacionado. Pocas veces he visto, oído o leído el término "prostituta", que, desde mi punto de vista, es el más adecuado para que políticos y periodistas, que debieran buscar la ponderación en sus declaraciones públicas, aludiesen a las profesionales del sexo. Incluso, hace poco, una señalada dirigente de un partido político se refirió, en una red social, como "putero" a un contrincante ideológico, para afearle claramente su comportamiento en estas lides, enganchada verbal que, por cierto, acabó como el rosario de la aurora. Todo muy sórdido y lamentable.

HIPOCRESÍA 3.0

En segundo lugar, debo de acometer, necesariamente, el sexagésimo capítulo de neotartufismo en la España de hoy. Y es que, aunque todos sabemos que el hombre es una animal racional con ciertas dosis de contradicción, en la vida, y más cuando el conjunto de la ciudadanía te paga un sueldo, el político de turno debe contar con un mínimo de coherencia a la hora de desarrollar su labor. No parece muy de recibo que algunos personajes públicos, cuya plataforma ideológica aboga por la abolición de la prostitución en España, sean precisamente los primeros en utilizar los servicios de prostitutas, aprovechando viajes a Madrid o alquilando apartamentos en la capital del reino. Al margen de determinadas conductas delictivas asociadas a estas prácticas, no podemos admitir a la ligera que alguien, con poder y sueldo púbico, legisle de una manera y obre en privado de otra. Muy mal, señores.

PROSTITUCIÓN VOLUNTARIA VERSUS PROSTITUCIÓN OBLIGADA

Después de estos primeros escarceos con cuestiones terminológicas y neotartufistas, querría entrar ya en la parte nuclear de la polémica sobre la profesión más antigua del mundo, que no es otra que la forma en la que podemos acometer aquella. Lo primero que debo decir es que aquí me refiero, solo y exclusivamente, a la prostitución voluntaria, es decir, a la que una persona, en uso de su libertad individual, se dedica como profesión. Aquí no incluyo, por supuesto, a la trata de personas, a las mafias y a aquellas organizaciones criminales que se dedican a captar y mercadear con seres humanos, como si fuesen esclavos del siglo XXI. Con esta redes delincuenciales no hay más forma de actuar por parte de los Estados que con la policía y el código penal.

"LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES..."

¿Cuáles son las cifras al respecto en nuestro país? Después de consultar un montón de información, los datos más fiables nos dan el resultado de que, aproximadamente, un 80 % de las prostitutas son obligadas a realizar su trabajo, mientras que el 20 % restante lo hace de forma voluntaria. Y aquí, en este extremo, es cuando comienza la batalla ideológica. En ella, los señores wokes y los señores ultramontanos alzan la voz gritando, desaforadamente, que el tema está clarísimo, ya que si un porcentaje tan alto de personas son obligadas a realizar prácticas sexuales, la única respuesta del Estado debe ser la prohibición total. Es decir, que siguiendo las cifras antes aportadas por la magistrada sevillana, unas 80.000 personas se verían condenadas a dejar de realizar una actividad que ellas eligieron libremente. ¿Que hago zapping con el mando, y aparece un canal de televisión que no me gusta? Pues en vez de pasar al siguiente, lo ordeno cerrar. Sensacional.

Y aquí, en la libertad individual, está el quid de la cuestión. Porque yo me pregunto: ¿quién coño es el Estado o el Gobierno de turno para decirme a mí, ciudadano anónimo y autónomo en mis decisiones, que no puedo dedicarme a vender mi cuerpo a quien me dé la real gana y en la forma en que me dé la real gana? Entiendo que esta aseveración tan sencilla, esta suma de 2+2=4, no puede ser concebida por los señores wokes y los señores ultramontanos, que nunca entendieron ni nunca entenderán nada de estos asuntos. A ellos les va más el Gulag siberiano y la Inquisición de la Edad Moderna, pero hay algunos, hace mucho, que superamos las viejas ideologías totalizantes, y deseamos vivir acorde a la mentalidad y los valores de 2025.

BARRIOS ROJOS

A principios de julio de 2001, y en el marco de una excursión a Holanda (actual Países Bajos) y Bélgica, fui a Amsterdam. Durante una visita en autocar a la ciudad, el guía del viaje nos habló, entre otros temas, del barrio rojo, un sector céntrico de la villa, donde se desarrolla, a ojos de todo el mundo, la prostitución. Recuerdo perfectamente, como si fuera ayer, la opinión del guía acerca de esta cuestión: <<Tal y como se encuentran aquí, dentro de locales o de casas, pasando revisiones sanitarias periódicas y pagando impuestos, las prostitutas no tienen que pasar frío "haciendo la calle", están atendidas en cuanto a su salud y cotizan para una pensión en el futuro>>

Después de la visita guiada de por la mañana, recorrí, ya por la noche, el centro de la capital holandesa, y estuve andando por el barrio rojo aproximadamente durante una hora. La sensación general fue de tranquilidad, como la de patear los aledaños de la Puerta del Sol. No vi en ningún caso sordidez, delincuencia, alboroto o estridencias de ningún tipo. Ante los viandantes aparecían, nítidas e insinuantes, las prostitutas en sus locales, pero una impresión de normalidad lo envolvía todo. Es cierto, a fuerza de ser sincero, que el propio guía, por la mañana, nos indicó que no todos los barrios rojos de Holanda se hallaban tan bien acondicionados como el de la capital. Pero la regulación jurídica era exactamente igual en todo el territorio tulipán, así como en Alemania.

Comprendo que a los mojigatos de una y otra parte del espectro político español les incomode una situación como la de Holanda y Alemania, aunque no creo que, en cuestiones de calidad democrática, les podamos dar lecciones a estos países, dos de los fundadores de la Unión Europea.

Barrio rojo de Amsterdam (www.laguiadeamsterdam.com)

¿QUÉ FUE DE AQUEL FEMINISMO CLÁSICO?

Hace más de cuarenta años, a principios de la década de los ochenta, el entonces incipiente movimiento feminista postfranquista, apoyado diáfanamente por grupos políticos y sociales progresistas, llevaba entre sus reivindicaciones prioritarias la regulación de la prostitución en la forma que ahora la llevan a cabo Holanda y Alemania. Es decir, que la prostitución sea una actividad legal (en la actualidad, en España, no está penada, pero se halla en una situación alegal), que obliga a quien la ejerce a tener contratada una seguridad social privada, a pagar tributos al Estado, a hacer declaración de Hacienda y a pasar revisiones médicas periódicas.

¿HAY ALGUIEN AHÍ FUERA? (¿QUIÉN SE ATREVERÁ A SEGUIR LA ESTELA DE KOK Y SCHRÖDER?)

¿Qué queda de aquellas demandas, de aquellas propuestas tan lógicas y tan razonables? El recuerdo. Hoy todo son ideas abolicionistas, prohibicionistas, neoinquisitoriales. Todo lo que se salga de la norma impuesta por la ideología dominante es considerado herético y pecaminoso. Los señores wokes y ultramontanos dicen preocuparse por las necesidades sociales, por los problemas del ciudadano. Mienten. Los dos colectivos, polos opuestos de un mismo imán, atienden solo a sus propios principios ideológicos, a sus maltrechas ideologías. Y mientras, 80.000 personas en España continúan en el limbo jurídico, social y personal. ¿Cuándo llegará a la presidencia del Gobierno un Willem Kok o un Gerhard Schröder, líderes que fueron capaces de legalizar y reglamentar la prostitución en Holanda, en 2000, y en Alemania, en 2002, respectivamente? Al paso que vamos, no sé yo si lo verán nuestros ojos.















martes, 18 de marzo de 2025

LOS SIETE DÍAS EN LA OSCURIDAD DEL DETECTIVE "POPEYE"

LA GRAN PERSECUCIÓN

Alguna noche de principios de los años ochenta, probablemente de sábado, visioné embebecido una película policíaca de acción trepidante, de la que entonces poco o nada sabía, pero que había resultado ganadora de tres Globo de Oro y cinco premios Óscar (mejor película, mejor director, mejor actor, mejor guión adaptado y mejor montaje) en 1971: The French Connection.

El filme, que en España se llamó Contra el imperio de la droga, narra las peripecias de dos policías neoyorkinos, Jimmy "Popeye" Doyle y Buddy Rosso, que siguen la pista de una red de traficantes de droga, dirigida por el ciudadano francés Alain Charnier. Como de aquella primera vez que la vi han pasado cerca de cuarenta años, no recuerdo exactamente la sensación general que me produjo su emisión, pero, sin embargo, lo que sí me impresionó profundamente y quedó grabada a fuego en mi retina durante el resto de mi vida fue la increíble persecución que, a mitad de la película, se desarrolla por las calles de Nueva York, en la que el detective "Popeye" persigue a un sicario de la trama criminal en un vehículo, mientras el delincuente huye en un tren elevado de la megalópolis.

Esa persecución en coche, una de las más memorables de la historia del cine, realizada sin gran parte de los permisos necesarios para grabar las escenas, desarrollada a lo largo de veintiséis manzanas y a una velocidad máxima de 145 km/h, catapultó a la fama mundial a un actor estadounidense, que desde aquella misma noche se convirtió en un mito y en un símbolo para mí: Gene Hackman.

Dos secuencias de The French Connection (www.neoteo.com y www.20minutos.es)

EL LEGENDARIO ACTOR

Nacido el 30 de enero de 1930 en San Bernardino (California), Eugene Allen Hackman, como así se llamaba, tuvo una carrera artística que duró más de cuarenta años, y en la que participó en setenta y nueve películas de cine, obteniendo dos premios Óscar (The French Connection y Mississippi Burning) y cuatro Globo de Oro. Aunque quizá fuera más conocido por el gran público debido a otros icónicos filmes, como Superman, Superman II, Reds o Wyatt Earp, el actor californiano fue siempre para mí el detective "Popeye", el de la gran persecución por las calles de Nueva York.

Su prolífica vida en los escenarios se cerró, abruptamente, en 2004, cuando, después de participar en Bienvenido a Mooseport, declaró, en una entrevista televisiva, su intención de retirarse, fundamentalmente por problemas de corazón. Este propósito lo materializó, finalmente, en 2009, después de una prueba de esfuerzo a la que se sometió en Nueva York, tras la que su médico le aconsejó no volver a exponer su corazón a cualquier tipo de estrés. Después de ello, se alejó completamente de los focos, se dedicó a la pintura y a la escritura, y desarrolló una vida sencilla en su casa de Santa Fe (Nuevo México) en compañía de su segunda esposa, Betsy Arakawa, una pianista de música clásica treinta y dos años más joven, con la que se había casado en segundas nupcias en 1991.

"SI UN DÍA, PARA MI MAL, VIENE A BUSCARME LA PARCA..."

Pocas noticias se tuvieron de él durante estos últimos dieciséis años, hasta que el pasado 26 de febrero un trabajador de mantenimiento de la vivienda de la pareja, alertado al no abrir nadie la puerta, dio la voz de alarma a la policía, que halló los  cuerpos sin vida de ambos, así como el de un perro pastor alemán. A Gene Hackman lo encontraron caído en una antesala, vestido con un chándal gris, y con un bastón para caminar y unas gafas de sol a su lado. A su mujer la hallaron en el suelo de un baño, con un calentador cerca de la cabeza y con un bote abierto de medicamentos al lado, junto al segundo perro del matrimonio, que merodeaba junto a su dueña, mientras un tercero paseaba por la vivienda.

Las extrañas circunstancias de las muertes dispararon todo tipo de especulaciones, aunque, al final, como siempre, la realidad superó claramente a la ficción o a la elucubración. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), Betsy Arakawa falleció el 11 de febrero a causa de un síndrome pulmonar por hantavirus, una enfermedad infrecuente pero muy grave, causada por un virus que las personas adquieren por contacto con orina, excrementos o saliva de ratas infectadas, fundamentalmente al respirar aire contaminado con el virus.

En el caso del perro, de nombre Zinna, apareció muerto dentro de una jaula, probablemente deshidratado, no se sabe en qué fecha.

Sin embargo, lo más impactante de esta tragedia sucedió con el oscarizado actor. Al parecer, su fallecimiento, debido a un problema cardíaco, tuvo lugar el 18 de febrero, es decir, siete días después de la muerte de su mujer. ¿Qué pasó durante esa semana misteriosa? ¿Por qué el hombre que dio vida al detective "Popeye" no dio la voz de alarma, por qué no pidió ayuda? La respuesta, mucho más sencilla que cualquier teoría conspiranoica, tiene un nombre espeluznante: Alzheimer.

Gene Hackman padecía la "madre de todas las enfermedades", en un estado muy avanzado. Desde hacía años, su mujer se había convertido en su única cuidadora y, aunque durante mucho tiempo sus vecinos le vieron jugando al golf, en su camioneta o paseando por los alrededores, desde el confinamiento a raíz del covid-19, el actor prácticamente no salía de su casa, localizada detrás de unos árboles, al final de una calle sin salida, en la urbanización Santa Fe Summit, a las afueras de la propia ciudad neomexicana.

Última aparición pública de Gene Hackman (18-3-2024) (www.milenio.com)

LA SEMANA DE LAS TINIEBLAS

La estremecedora historia aterroriza aún más cuando descendemos a los detalles. No queda claro si el bueno de Gene se dio cuenta de que su mujer se hallaba muerta, pero si se dio cuenta, según apunta un terapeuta ocupacional experto en cuidados de personas con demencia entrevistado por la BBC, el comportamiento del actor durante esos siete días conviviendo con el cadáver de su mujer "era como si viviera en una película que se repetía". Según la teoría que manejan este y otros médicos expertos, a lo largo de esa semana, el actor "atravesó varias etapas de confusión y pena, tratando de despertar a su mujer antes de que su enfermedad le ocasionara confusión (quizá distraído por algo en otro cuarto, por uno de los perros o algo) o lo abrumara tanto que no pudo actuar, un proceso que posiblemente se repitió durante días antes de que él también muriera". Una suerte de macabro y terrorífico remedo de la clásica película Atrapado en el tiempo.

Pienso en "Popeye" durante esa semana de oscuridad. Pienso en sus idas y venidas por una casa fantasmal, habitada por dos cadáveres calientes y dos canes paseando. Pienso en ese detective que conducía a 145 km/h por debajo de un metro suburbano hace cincuenta y cuatro años, persiguiendo a un asesino, deambular por su domicilio durante siete días y siete noches eternas, intentando despertar sin éxito a su eterna amiga, distrayéndose por cualquier nimiedad, dándose cuenta nuevamente de que su esposa estaba en el piso y volviendo a repetir una y otra vez el intento de reanimarla. Pienso en Betsy, ese ángel que cuidó de su marido hasta el día de su muerte, que no pidió ayuda a nadie para sobrellevar el duro trabajo de la "madre de todas las enfermedades".

El grito, de Edvard Munch (1893) (www.todocoleccion.net)

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI

Y al divagar sobre el triste destino de Gene Hackman y su mujer, no puedo dejar de acordarme de todas las personas en este puto mundo que se hallan aquejadas de este infernal mal y, en especial, de aquellas más cercanas, algunas de las cuales aún viven y otras, no: un abuelo, un tío, una tía... y, por supuesto, tú, pajarillo, mi pajarillo.

Ante estos dramas, ante estas tragedias, no valen oraciones al más allá, no valen rezos, no valen conjuros, no vale medicina alternativa, no valen cursos de crecimiento personal, no valen terapias sanadoras, no vale alimentación saludable, no vale hacer mucha vida social, no vale andar diez mil pasos al día... Ante estos males, ante estos desastres, solo podemos confiar en la ciencia, el único y gran arma que poseemos los Homo sapiens sapiens. El resto de remedios, la nada.

Siento un fuerte desgarro al meditar sobre estas calamidades, que hacen tan vulnerable, tan frágil al ser humano, y que en cualquier momento pueden aparecer en nuestra vida. Y como uno nada puede hacer por evitar su aparición, su desarrollo o su aceleración (como en el caso de mi entrañable "Popeye"), lo único que se me ocurre, rememorando la impactante queja sobre las guerras que realizó el excoordinador de Izquierda Unida, mi admirado Julio Anguita, después de morir su hijo en la Guerra de Irak; y poniendo palabras al personaje de El grito, el cuadro del pintor noruego Edvard Much, es lanzar al aire una única y lapidaria frase: Maldito sea el Alzheimer y malditas todas las enfermedades.










WATERLOO, EL OCASO DEL HOMBRE QUE ARRUINÓ ESPAÑA

EL EMBRUJO DE NAPOLEÓN Sí, he de reconocerlo. Yo también, durante años, sufrí el influjo de la alargada sombra de Napoleón Bonaparte (1769-...